De vos, aprendí que la mejor matemática es la que da por resultado 2, que es la consecuencia de uno más uno.
Aprendí que la lengua es lo mejor para poder expresar lo que siento.
La historia, realmente ha comenzado el mismo día que te conocí.
El idioma que más me gusta es el que se dice sin hablar.
Pero no sólo se trata de materias de colegio, porque la mejor escuela es la vida y debemos vivirla con pasión.
Me enseñaste mucho más que lo que alguien puede aprender, porque siempre he estado atento a todo lo que salía de tu parte.
Aprendí a recibir y decidir qué es lo mejor para mi vida.
Siempre hay algo por aprender; hasta de lo que nunca se dijo, porque el silencio también significa algo.
Y sé que hubo mucho más en mi imaginación y en eso, también supiste enseñarme, porque me he dejado llevar por la ilusión de lo que podría ser.
Me enseñaste con el único título que importa y es el de mujer.
La profesión de alguien puede variar, pero las ganas de enseñar y aprender, se practican siempre y más cuando uno tiene la sed de conocimiento.
Y hay materias que uno va aprendiendo mientras crece.
La sabiduría de la soledad es la que nos endurece y nos hace valorarnos mucho más.
La inteligencia de compartir momentos que sean para sumar y que llegado una instancia, sirvan como recuerdos alegres que nos remonten a épocas de felicidad y esos mismos, nos motiven a recuperar todo eso y seguir caminando en el camino elegido.
Y se crece con los duros golpes.
Con cada tropiezo y al levantarnos, vamos tratando de juntar fuerzas y nuevamente aparece otra enseñanza, que es la de no repetir errores.
Pasar de grado es aprender algo que nos deje buenas huellas.
Dejar el grado anterior, el estado anterior, es superación personal.
Y la física también duele, porque hay un corazón que siente y quiere seguir queriendo.
Y no alcanza con portarse bien y hacer buena letra.
Porque el valorar a una maestra de la vida, es algo que no se escribe en un pizarrón, sino en el alma y en todo el ser.
Se enseñan valores y cómo ejercerlos.
Se enseña a querer y a fortalecer la autoestima.
Se enseña a dejar soltar lo que nos empuja hacia abajo.
Se enseña a pensar y a ocupar nuestros pensamientos con cariño y de la otra persona.
Se enseña a extrañar y a tener más deseos de un nuevo encuentro.
Se enseña a sentir que podemos dar mucho más cuando se trata de amor.
Se enseñan muchas cosas, pero lo que casi nunca se enseña, es a olvidar y eso, es una materia pendiente!
MARIANO SANTORO
Aprendí que la lengua es lo mejor para poder expresar lo que siento.
La historia, realmente ha comenzado el mismo día que te conocí.
El idioma que más me gusta es el que se dice sin hablar.
Pero no sólo se trata de materias de colegio, porque la mejor escuela es la vida y debemos vivirla con pasión.
Me enseñaste mucho más que lo que alguien puede aprender, porque siempre he estado atento a todo lo que salía de tu parte.
Aprendí a recibir y decidir qué es lo mejor para mi vida.
Siempre hay algo por aprender; hasta de lo que nunca se dijo, porque el silencio también significa algo.
Y sé que hubo mucho más en mi imaginación y en eso, también supiste enseñarme, porque me he dejado llevar por la ilusión de lo que podría ser.
Me enseñaste con el único título que importa y es el de mujer.
La profesión de alguien puede variar, pero las ganas de enseñar y aprender, se practican siempre y más cuando uno tiene la sed de conocimiento.
Y hay materias que uno va aprendiendo mientras crece.
La sabiduría de la soledad es la que nos endurece y nos hace valorarnos mucho más.
La inteligencia de compartir momentos que sean para sumar y que llegado una instancia, sirvan como recuerdos alegres que nos remonten a épocas de felicidad y esos mismos, nos motiven a recuperar todo eso y seguir caminando en el camino elegido.
Y se crece con los duros golpes.
Con cada tropiezo y al levantarnos, vamos tratando de juntar fuerzas y nuevamente aparece otra enseñanza, que es la de no repetir errores.
Pasar de grado es aprender algo que nos deje buenas huellas.
Dejar el grado anterior, el estado anterior, es superación personal.
Y la física también duele, porque hay un corazón que siente y quiere seguir queriendo.
Y no alcanza con portarse bien y hacer buena letra.
Porque el valorar a una maestra de la vida, es algo que no se escribe en un pizarrón, sino en el alma y en todo el ser.
Se enseñan valores y cómo ejercerlos.
Se enseña a querer y a fortalecer la autoestima.
Se enseña a dejar soltar lo que nos empuja hacia abajo.
Se enseña a pensar y a ocupar nuestros pensamientos con cariño y de la otra persona.
Se enseña a extrañar y a tener más deseos de un nuevo encuentro.
Se enseña a sentir que podemos dar mucho más cuando se trata de amor.
Se enseñan muchas cosas, pero lo que casi nunca se enseña, es a olvidar y eso, es una materia pendiente!
MARIANO SANTORO