Cada día es una nueva canción que nos animamos a escribir.
Y a la vez, toda nuestra vida es parte de una gran disco con canciones que alternan los momentos más bellos, que son los que queremos rescatar y proteger.
Una selección de canciones que tienen nombres de personas, de lugares, de instantes y de cosas.
Canciones que se escribieron con tiempo, con paciencia y con ganas.
Acontecimientos que merecen eternizarse porque nos pertenecen.
Cada canción tiene un comienzo y un final, aunque no le hayamos querido poner un final, pero la sabiduría de la vida bien sabe el porqué.
Cada canción toma vida tan sólo recordándolas.
Una canción es un pasaporte a los sentimientos.
Un viaje de ida al encuentro directo con las emociones que nos provocaron en el momento que fueron compuestas.
Notas altas y bajas, negras y blancas que se armonizan haciendo una melodía, una pareja, una relación.
Canciones circulares que circulan por nuestras venas, que corren por la sangre y nos hacen ser parte de un pasado que sabe mucho más de verbos.
Canciones que no se olvidan, porque las huellas se hicieron tatuajes.
Canciones que viven, que renacen porque cada tanto, nos gusta escucharlas.
Canciones que se cantan con el corazón, porque han sido vividas con el alma.
Canciones que tienen colores, porque son los que le han dado diferentes tonalidades a nuestro existir.
Rotan y giran, porque se han ganado su propio movimiento a medida que fuimos viviendo.
Y siempre tendremos tiempo de escribir nuevas canciones, porque la música es el ritmo y la intensidad con la que queremos vivir.
Alguna canción será la preferida, pero todas son parte de la trayectoria.
Elegir la mejor canción es darle importancia a la que más poder tuvo, la que nos hizo amar la música que además de ser nuestra compañera fiel, es la misma persona que se transforma en armonía y juntos, hacemos la más bella canción.
MARIANO SANTORO