El cielo Navideño se hacía escuchar con pequeños gritos.
La lluvia, comenzaba a mezclarse con las lágrimas.
Una fuerte sensación apareció en el cuerpo.
Como otro tiro en el pecho, como el vacío que provoca la ausencia.
Títulos de canciones que daban pie a los recuerdos de nombres de personas.
Ese extraño momento en que extrañamos a alguien que no conocemos, pero ha sido parte de nuestra vida.
El intenso dolor de impotencia, llega sin saber en qué instante se debe retirar.
Música; toda la belleza que nos genera cada nota.
Canciones que dedicamos a almas solitarias con los deseos de poder acompañarlas.
Y nos ponemos a escuchar aquel susurro descuidado que emociona y la alegría quiere ayudarnos a salir de este estado.
Golpes de truenos que nos avisan, que nos gritan para confundir.
Y la duda casi normal, nos hace saber que la vida también tiene otro lado.
No mirarlo, no significa que no exista.
Y tenemos fe y escuchamos sin prejuicio y también nos sentimos viejos.
Las canciones del último siglo nos brindan paciencia.
Y nuestros latidos forman una sinfónica que se atreve a abrir las puertas que un día fueron pasado y en este presente es cuando más debemos creer en el futuro que deseamos.
Fechas que se eternizan con poderosos mensajes y el día después nos encuentra con sabor a tristeza.
Y más allá de las circunstancias, has tenido una vida fantástica y lo hiciste grande; hoy, tu música se oye en el borde del cielo.
Gracias por tanta calidad, Georgios Kyriacos Panayiotou.
MARIANO SANTORO