La mente sabe de lugares porque conoce los espacios personales e íntimos.
Los pensamientos saben de tiempo y a cada uno, le da el que corresponde.
La cabeza, puede llenarse con muchas cosas y objetos, pero lo que más vale, son los preciosos recuerdos que le damos.
Nos alimentamos con energía positiva.
Con ideales y una inmensa cantidad de sueños.
Los imaginamos, los vamos diseñando y a algunos, le ponemos más paciencia y fuerza.
Los vamos construyendo hasta que toman forma.
Y la maravillosa vida nos sorprende, ya que esos sueños, pueden hacer realidad algo que hasta ni nos atrevíamos a soñar.
Los frenos los ponemos nosotros y es ahí cuando la fe de la mano con la voluntad, toman control y nos llevan por el camino correcto.
El destino se hace presente para aportar lo suyo.
Y la sangre familiar contiene de todas las maneras posibles y son los pilares de esos sueños.
Miramos hacia el cielo y valoramos la inmensidad.
Y desde la humildad tomamos la sana costumbre de agradecer.
Y somos escuchados.
Somos dueños de todas nuestras acciones.
Y es en las emociones cuando más nos encontramos a nosotros.
Nos llegan y afectan las sensaciones que no pierden vigencia y ganan poder.
El amor a la vida, nos regala la oportunidad de ser dueño de mucho más que un sueño.
MARIANO SANTORO