Es probable que no te acuerdes la última vez que reíste con carcajadas.
Quizás, en ese instante que piensas, viajes hasta tu infancia.
Esa bella época en la que la inocencia, no te permitía sentir ni culpa, ni rencores.
La que hacer nuevas amistades, era una tarea tan simple como estar en una plaza, compartiendo un juego.
Y todo ese tiempo que pasaste con esa gente, no era suficiente, porque siempre querías más.
Sabemos que cuando lo estamos pasando bien, queremos que sea duradero.
Y regresando a este presente, solemos mirar el reloj para llegar a tiempo.
Como si el apuro nos conduzca a algún lado.
Y el mayor compromiso que tenemos, es llegar a tiempo para vivir nuestra propia vida.
Levantarnos y agradecer; desayunar y sentir.
Inhalar tan fuerte que podamos oler hasta el perfume de los recuerdos.
Alegrarnos porque hoy tenemos una nueva oportunidad para dar lo mejor y sentirnos bien.
Ocupar cada momento y darle su propio valor.
Tomarnos un intervalo para encontrarnos y reflexionar.
En cada etapa, debemos saber esperar a que madure la situación.
Ser pacientes en la sala de esperanza.
Ser puntuales si se trata de ayudar a los que nos rodean.
El reloj emocional, marca las horas de sabiduría.
Y que la duración de nuestro amor, sea eterno.
MARIANO SANTORO