Mucha gente vive encerrada en su propia jaula, una especie de casa privada donde cada día nos llenamos de armaduras. Los fantasmas del pasado siguen rondando la casa y lo que es peor, nuestra mente y pensamientos. De a poco nos transformamos en seres encaprichados y con menos fuerza para poder luchar esa gran pelea contra nosotros mismos y en que la mayoría de veces, perdemos. Un estado anímico insoportable nos invade y no vemos ninguna salida. Creemos que somos superhéroes y solos, vamos a salir de este temible lugar. Necesitamos ayuda, de la que sea con tal de que sea sincera y amigable. Podemos mirar hacia arriba o mejor dicho, hacia nuestro interior y pedirle a Dios, esa ayuda tan preciada. Si nos quedamos dentro; la tristeza, la angustia, la melancolía, el insomnio, la depresión y cerrarnos a la posibilidad de ser felices, se hará presente y nos costará mucho más abandonar ese caparazón. Nada es fácil, pero esta tarea es casi obligada concretarla, ya que se trata de nosotros mismos.
MARIANO SANTORO