No se trata de tecnología para recibir los mejores mensajes.
No es cuestión del Otoño que con su color dorado nos inspira a teñirnos y sentir que la vida puede ser mejor.
No se trata de un crudo Invierno donde es más importante el abrigo humano que el de tela.
Y un Verano que nunca llega porque los sueños fueron creados en un lugar sin espacio físico.
Y la Primavera ha sido siempre la esperanza de regresar y todo quedó en una espera idealizada.
Los mensajes sin tiempo son los que nos da la vida cada día y tan sólo estando equilibrados y centrados, podremos entenderlos.
Los impulsos no llegan a ningún sitio y nosotros, muchas veces dependemos de un lugar.
Y el espacio que transcurre esperando, no pertenece al tiempo humano.
No se trata de horas, ni de minutos, sino de aprender a manejar la paciencia.
Y en esas tardes de vida, un banco de plaza era testigo de una conversación de una pareja y una señora con años de experiencia.
Visualizando y exteriorizando sus buenos deseos, amando a la vida porque ha sido una buena escuela para ella.
Y los paseos se daban causalmente y todo lo que llegaba, se disfrutaba.
Y las mañanas eran alegres, pero estaban llenas de ilusiones y con muy poca magia.
Y las noches eran de espera, donde la ansiedad ha dejado entrar un pequeño dolor que fue acrecentando su poder.
Y se aprende que lo más importante somos nosotros, al prorizarnos, a querernos.
No existe nadie que viva por nosotros y somos los dueños de el tiempo que debemos y queremos disfrutar.
Lo que piensen las personas, puede cambiar, pero los sentimientos importantes, son los que duran.
Y no se trata de barrios, ni de lugares, no se trata de ver lo que no sucedió, sino de observarnos interiormente.
Y nos encontramos solos y hablando con el alma, que es la única experta en estas situaciones de lo cotidiano.
Y comenzamos a darle más valor a lo espiritual, a sanarnos y abandonar la queja y lo que no pasó.
Todo tiene un motivo y por nuestro bien no pasa todo lo que deseamos.
Y ahí aparece la humildad donde simplemente se deja relajar y ponerse a creer que hay un plan especial.
Es nuestra tarea aprender a descifrar los mensajes sin tiempo.
Los que por alguna razón especial, quieren quedarse a vivir en nuestro corazón.
Por cada uno de esos bancos con historia y por cada época del año.
Por la creencia del amor eterno, más allá de lo físico, más allá de la misma humanidad.
MARIANO SANTORO
No es cuestión del Otoño que con su color dorado nos inspira a teñirnos y sentir que la vida puede ser mejor.
No se trata de un crudo Invierno donde es más importante el abrigo humano que el de tela.
Y un Verano que nunca llega porque los sueños fueron creados en un lugar sin espacio físico.
Y la Primavera ha sido siempre la esperanza de regresar y todo quedó en una espera idealizada.
Los mensajes sin tiempo son los que nos da la vida cada día y tan sólo estando equilibrados y centrados, podremos entenderlos.
Los impulsos no llegan a ningún sitio y nosotros, muchas veces dependemos de un lugar.
Y el espacio que transcurre esperando, no pertenece al tiempo humano.
No se trata de horas, ni de minutos, sino de aprender a manejar la paciencia.
Y en esas tardes de vida, un banco de plaza era testigo de una conversación de una pareja y una señora con años de experiencia.
Visualizando y exteriorizando sus buenos deseos, amando a la vida porque ha sido una buena escuela para ella.
Y los paseos se daban causalmente y todo lo que llegaba, se disfrutaba.
Y las mañanas eran alegres, pero estaban llenas de ilusiones y con muy poca magia.
Y las noches eran de espera, donde la ansiedad ha dejado entrar un pequeño dolor que fue acrecentando su poder.
Y se aprende que lo más importante somos nosotros, al prorizarnos, a querernos.
No existe nadie que viva por nosotros y somos los dueños de el tiempo que debemos y queremos disfrutar.
Lo que piensen las personas, puede cambiar, pero los sentimientos importantes, son los que duran.
Y no se trata de barrios, ni de lugares, no se trata de ver lo que no sucedió, sino de observarnos interiormente.
Y nos encontramos solos y hablando con el alma, que es la única experta en estas situaciones de lo cotidiano.
Y comenzamos a darle más valor a lo espiritual, a sanarnos y abandonar la queja y lo que no pasó.
Todo tiene un motivo y por nuestro bien no pasa todo lo que deseamos.
Y ahí aparece la humildad donde simplemente se deja relajar y ponerse a creer que hay un plan especial.
Es nuestra tarea aprender a descifrar los mensajes sin tiempo.
Los que por alguna razón especial, quieren quedarse a vivir en nuestro corazón.
Por cada uno de esos bancos con historia y por cada época del año.
Por la creencia del amor eterno, más allá de lo físico, más allá de la misma humanidad.
MARIANO SANTORO