No hay mayor belleza que cuando vemos que podemos quebrar toda la dureza.
Y la naturaleza se expresa diciéndonos que ha llegado el momento de curarnos.
Ya que cuando logramos conectarnos, dejamos salir lo mejor de nosotros.
Y nos permitimos sentir al otro, sentirlo en toda su profundidad.
Ya hemos aprendido que el amor quiebra la dureza y es por eso que hemos tomado la mejor decisión.
Ya hemos soltado cargas tan pesadas que encorvaban nuestro cuerpo.
Y eso nos impedía poder mirar, no sólo a nuestro alrededor, sino a las personas que se acercaban.
Hoy ya estamos erguidos y podemos visualizar incluso la vida que queremos.
Porque dentro de todo ese inmenso querer, está el amor que queremos dar.
Ofrecerlo no como oferta ni al mejor postor, sino cuando se logra la empatía correcta.
Las pieles tienen su propio lenguaje y saben la manera de comunicarse.
Acercarnos hasta oler su perfume, hasta sentir su cercanía, casi, hasta su respiración.
Y ya los latidos comienzan a dejar fluir su propia canción, que juntas se transforman en melodía.
Y la vida verdadera es cuando le damos al día, toda la luz que reflejamos.
Ya no nos sentimos cansados y tampoco lo estamos, porque hemos sanado la ansiedad.
Y al estar con la otra persona, aparece esas ganas intensas de dar.
Convirtiéndose en uno de los mejores verbos por conjugar.
Y cuando jugamos, sale el niño interior; lo dejamos que vuele y sea libre.
Compartimos esa libertad y eso nos ayuda a crecer.
MARIANO SANTORO