El despertador te hizo saltar de la cama para darle frente a tus obligaciones.
La jornada comenzó con velocidad y a la vez, tuviste que adaptar tu mente para coordinar y saber frenar a tiempo.
El reloj marcaba las horas y no dejabas de imaginar.
Los pensamientos se mezclaban y no salía nada interesante.
Revolviendo en tus recuerdos, aparecieron viejos sueños que mantuviste en secreto.
Y había llegado el momento de confesarte a ti mismo todo aquéllo que estaba pendiente.
Las agujas se pusieron en cámara lenta y se despejaron varios problemas.
Empezaste a ubicar cada cosa en su lugar.
Hablamos de las emociones, de personas y del corazón.
Fuiste armando tu refugio y lo llenaste de colores que ya casi habías olvidado.
El presente se activaba con la aceleración necesaria para motivar tus acciones.
El cielo externo se iba poblando de estrellas que brillaban para hacerte compañía.
Tu luminosidad, enfocaba la visión hacia lo que alguna vez planificaste.
Tu rostro se llenó de sonrisas y todo tu cuerpo, vibró al nivel de tus latidos.
Tu piso se elevó y te encontraste en la nube que creaste.
Te sentiste cómoda y libre.
Hacía mucho que no experimentabas esa sensación de libertad y es porque estabas creando una nueva noche.
Todo tu ser sabía que esa noche sería el verdadero comienzo de una linda historia.
Y lentamente, fuiste cerrando tus párpados sabiendo que al despertar, todo sería una bella realidad.
MARIANO SANTORO