Las costumbres se han modificado demasiado.
Lo que tanto nos costó aprender, hoy no sirve.
Nuestros padres se preocuparon por darnos tantas cosas y han perdido su valor.
Lo que dicta el corazón ha quedado a un lado y en realidad, cada vez más alejado de nosotros.
Por momentos no sabemos cómo manejarnos, ya que al usar la parte mental, nos iremos frenando hasta privarnos de todo. Ya estamos cansados de tanto mal que ha pasado y nos ponemos esa gran barrera de no volver a sufrir, esa obviedad que es lo primero que nos sale.
Y sucede por no saber qué hacer. Ya tenemos miedo de hasta lo que pensamos y decimos. Creemos que todo lo que hagamos nos impedirá estar bien con alguien. Nos frenamos a todo.
Hoy, todo lo que deseamos nos cuesta mucho más que el doble. No tuvimos experiencia necesaria, ya que lo que aprendimos, hoy carece de sentido.
Se perdieron tantas cosas y el encontrarlas es una misión imposible.
Son pocos los lugares donde podamos encontrar paz. En nuestro cuerpo, parece que ya no.
Sentimos que las cicatrices se hicieron tatuajes y no queremos mostrarlas, pero las ven. Nos ven débiles, sin fuerzas y a la vez, damos esa sensación de no poder cumplir con la mínima expectativa de ser capaces de amar.
Cómo si dependiese de una marca.
Llorar, ya no alcanza. Signos de debilidad. Signos que en algún momento nos permitían ser humanos. Pero en algún momento nos volvimos descartables, mejor dicho nos hicieron creer así y que todos somos parte de ese mundo.
Aún no estamos todos contaminados. Aún hay mucha gente que quiere ir por más.
Todo lo que expresa nuestro cuerpo es lo más verdadero y puro.
No hay mentiras en lo que sale de nosotros.
Y si llegamos a llorar, es porque algo nos dolió y quisimos que sea parte de nosotros.
Pelear sin golpear; solo luchemos, pero no en términos de daño, sino en busca de lograr lo que tanto merecemos.
Hagamos que algunas de las cosas más simples recuperen su valor primitivo.
Volvamos a sentir de verdad.
A que los latidos sean de amor.
Que esas lágrimas sean por felicidad.
Que la paz sea parte de nuestra vestimenta.
MARIANO SANTORO