Tenemos la capacidad de ser felices, aunque cueste.
En nuestro interior, en nuestro verdadero ser y nuestra alma, está lo más puro de nosotros.
Por varios motivos, algunas personas somos esponja y absorbemos cantidad de actitudes y situaciones que nos afectan, pero eso no debe impedir seguir adelante.
Fuimos creados con y por un motivo y cada día, nos trae nuevos sueños y esperanzas.
Hay que levantarse, aunque hayamos tenido una mala noche o venimos arrastrando y acumulando problemas, dramas y nervios; pero al despertar, al amanecer, es una nueva chance. Este nuevo día que tenemos es como volver a nacer.
La alegría y la felicidad, está en nosotros.
Por más que quizás no se vea a simple vista, estamos llenos de cosas positivas.
Una familia que nos apoya y está en todo momento.
Amistades, pocas o muchas, pero las verdaderas están cuando tienen que estar y eso es lo que importa.
Tenemos visión para poder ver lo mejor que nos tiene preparado la vida.
Tenemos un cuerpo que aunque no estemos del todo conformes, tiene la suficiente fuerza para pelearle a todo lo negativo que se nos cruce.
Tenemos el cerebro que cuando logramos mantenerlo alejado de todo lo malo, nos ilumina y nos da ideas y nos ayuda a proyectar, a ir por más y a tener un mejor crecimiento a nivel persona y como ser humano.
Mucho hemos logrado y es probable que algunas de esas cosas las hayamos perdido, pero no debemos dejarnos caer, ni abandonar cada sueño que alguna vez nos permitimos soñar.
La felicidad nos la puede dar muchas cosas que vemos en nuestra rutina de cada día.
El tener la oportunidad de caminar las calles de nuestra infancia, recorrer lugares que nos marcaron y nos dejaron cantidades de recuerdos.
Viajar con la mente y por la mente.
Permitirnos sonreír y hasta quizás largar algunas lágrimas de emoción. No confundirnos con la tristeza, ya que eso que estamos volviendo a ver, significa que hemos vivido y que fuimos buenas personas y nos reconforta, nos llena.
Cuando estamos llenos de sentimientos buenos y no hacemos mal a nadie y lo que nos dicen de mala manera, nos rebota, no nos afectará, ya que sabemos que estamos en el camino correcto.
Hacer el bien, sin envidia.
No insultar y si lo hacen con nosotros, es porque esa gente está vacía, no tiene la fuerza, ni la valentía de jugarse por nada. Pero nosotros sí y damos la cara, damos nuestros datos y nos mostramos de la manera más sincera posible. Confiamos.
La felicidad es que estas palabras puedan hacerte bien, ya que si lo logro, en mi rostro, ya se puede ver una enorme sonrisa.
MARIANO SANTORO