domingo, 10 de agosto de 2014

El niño verdadero

El niño verdadero no tiene edad, ya que supera la parte física y se transforma en espiritual.
Un niño no tiene miedos, porque vive sin culpa, sin maldad.
Todo lo que hace, sale de sus ganas de felicidad, de diversión sana y mucha pureza.
No conoce muchas cosas y tiene esa sed de conocimiento necesaria para vivir y crecer.
Pregunta, porque quiere aumentar su sabiduría.
Un niño se reinventa, porque vive creando situaciones.
Sabe de amistad porque la hace cada día.

No discrimina, porque sabe que el otro, es una extensión de él mismo.
Sabe lo que es jugar y se llena de alegría.
Las risas eternas que salen del dueño de un corazón de oro y sagrado.
Un niño que tiene el mejor recuerdo de su nacimiento, que valora lo que tiene dentro de su pequeño cuerpo con un inmenso ser.
El niño verdadero vive en esencia y no sabe de falencias.

Un niño ama y sabe expresarlo.
Tiene mirada sanadora, bracitos chiquitos pero con un corazón muy grande para dar cariño.
Sabe extrañar, porque atesora los momentos que le provocan sentirse contento.
Sabe de familia y sabe que se siente parte de todo lo que genera.
El niño verdadero es quien anhela soñar, porque ahí es donde se aleja de todo lo que no le gustó durante el día y se queda con lo bueno, lo más lindo y le va agregando cositas.
Un niño va dibujando su vida en cada amanecer.
La va llenando de colores, de ideas, de todo lo que aprende.
Tiene una hermosa imaginación, porque sabe que uno es quien crea los momentos que perduran.

Vuela desde su lugar en el mundo y explora los rincones donde encuentra personas con un buen niño interior.
Desde la inocente risita se da cuenta que puede ganarse al mundo.
Sabe comprarse a las personas, porque jamás vende nada, sino que es simplemente un niño con ganas de crecer y ser feliz.
Le encanta correr, porque quiere llegar a los lugares que él mismo inventa.
Su velocidad no es cuestión de tiempo, sino de deseos genuinos de tener lo que quiere.
El niño verdadero sabe que comenzó a viajar al instante de nacer y que tiene mucho por vivir.
Sabe donde va, porque sabe de donde viene.

La experiencia, es su única ciencia.
Desde su centro, se abre a un planeta con ganas de aferrarse a todo lo que venga desde la protección del amor.
El niño verdadero es el que vive en nosotros y a medida que pasamos etapas, lo seguimos teniendo siempre cerca.

MARIANO SANTORO