martes, 19 de agosto de 2014

La noche que da luz

Un banco de una plaza simboliza una inmensa cantidad de cosas.
Entre ellas, la larga espera de la persona anhelada.
Esos encuentros que se generan en nuestros pensamientos y queremos llevarlos a la realidad.
Lo que vamos planificando como un gran plan maestro, en el que involucramos los sentimientos y todas nuestras ganas de empezar a escribir esa historia postergada.
Las palabras por decir y el amor por sentir.
Y la ansiedad es como un gran aparato que viene sin control remoto y manejarla, es una tarea por aprender.
Y ese banco sabe de libros, porque fue testigo de muchas anécdotas; de personas que se han sentado soñando y dejándose ilusionar por un camino que cada uno sabrá hacia dónde ha llegado.
Un banco que sabe de música, porque le hemos puesto melodía en cada abrazo y beso dado con pasión.
Bancos vecinos que también quieren vivir situaciones similares para sentirse útiles, para saber que ese fue el lugar donde hubo nacimientos de emociones.
Y la naturaleza abrazando a modo escenográfico todo lo que transcurre.
Luces de largas lámparas que dan el toque justo para ambientar a esas personas que llegarán para hablar con el corazón.
Los bancos no saben de tecnología, porque para ellos no hay fecha de vencimiento.
Ellos siguen ahí y los años los saludan y le dan el valor necesario para hacerlos respetar.
Se han ganado un lugar en ese espacio al aire libre donde nacen comienzos y algunas veces fallecen finales.
Y todo es parte de la vida; porque los colores salen de nuestro interior y desde nuestra misma luz, le damos el concepto y la magia de cada instante.
Árboles que crecen y abrigan.
Verde que crece con la esperanza de que se lo admire.
Caminos que son pasillos llenos de deseos.
Plazas que guardan los mejores secretos.
La noche que da luz es consecuencia de todo el brillo que le pusimos durante el día.
La iluminación interna es lo que nos hace llegar a esas noches de espera por eso que nos llenará en un nivel especial.

MARIANO SANTORO