Permitime un consejito sano.
Andá a tu placard y fijate si está ordenado.
Si considerás que está prolijo, bien, sino, dedicale un rato a ponerlo como te agrade.
Ese es tu vestuario, lo que usás habitualmente.
Ahora ampliá tu visión, mirá tu hogar y observá bien si está lo suficientemente limpio para que te sientas a gusto.
Es probable que te sientas algo cansada, así que regalate unas horas de descanso y disfrutando de lo que ves.
Vas a tener una sensación especial, la del aroma a pulcritud.
Cuando te sientas satisfecha, relajá tu cuerpo, incluso podés recostarte y cerrar tus párpados.
Buceá por tu ser y viajá, sin rumbo, pero sabiendo que cada lugar, tiene su propio recuerdo.
Todo lo que viviste, está ahí.
Las experiencias y vivencias; lo que juntaste y acumulaste.
También esos obstáculos que tanto te costó superar.
Quizás haya heridas y cicatrices que olvidaste por un tiempo.
En el ejercicio que te sugerí realizar, fue todo externo, lo que te rodea y convivís con eso cada día.
Pero llegó el momento en que la limpieza, tiene que ser mental.
Todo está en tu cerebro y debe estar despejado como un cielo hermoso que te tienta a caminar y disfrutar.
Transitá por tus pensamientos y categorizalos.
Dale la importancia a lo que creés que debe quedar y lo demás, directamente a la basura, para dejar espacio a lo que llegue.
Todo tu ser, va a generar nuevos propósitos y darle calidad a tus acciones; esa es tu nueva misión.
MARIANO SANTORO