A veces, salgo de mi ser y comienzo a ver lo que hay alrededor.
A veces me asusto un poco, porque no es mi ideal ver cosas negativas; pero son muchas más las veces en las que me alegro y disfruto de lo que me da la naturaleza.
A veces vuelo tanto que me encuentro con todos mis sueños y me doy cuenta que son muy productivos y que tienen buenos fundamentos.
La alegría me enfrenta y me dejo llevar y vuelo por lugares donde me sirven para llenarme por dentro.
Las maravillas de Dios, jamás terminarán de sorprenderme.
Veo a la gente, cada uno en su propio individualismo y tratando de meterse lo menos posible, de no involucrarse; quizás por sus propios temores personales e inseguridades.
Algunas veces puedo ver a algunas personas sembrando y luego de hacerlo, su rostro se resplandece con una inmensa sonrisa y pude entender que cosecharán amor verdadero; por eso se sienten seguros y felices.
A veces atiendo el llamado del planeta y me pongo a hacer mi tarea.
Y otras veces el llamado es interno y ordeno mi ser y mis prioridades.
Los valores que me permiten ser mejor ser humano están arriba de la lista.
Le sigue un extenso menú donde incluye ver felices a los que me rodean.
Son muchas las veces en las que salgo a ayudar de manera incondicional, ya que es la única manera de obtener los mejores logros, los que no son materiales.
A veces, salgo por las noches y subo a las grandes alturas y puedo ver el amanecer que está próximo a iluminar el camino que estoy transitando.
Siempre, me emociono por tener un nuevo amanecer y poder hacer mi tarea y tratar de ser un buen alumno.
Las oportunidades que me brinda Dios se multiplican a medida que me pongo a accionar; uno de los verbos preferidos luego del AMOR, es: HACER.
Hacer el amor, no se trata exclusivamente de 2 personas mezclando energías y fucionándose y ser uno solo.
Hacer el amor, es hacer todo lo que realizamos y que salga desde nuestro corazón.
Toda actividad que hacemos con el corazón y le ponemos el alma y la energía necesaria, recibimos nuevas fortalezas para seguir; se abren nuevas puertas, incluso, donde ni sabíamos que había puertas.
Creamos y hacemos.
Amamos y fortalecemos.
Vivimos y disfrutamos.
A veces, puedo ver a mi niño interno dejar caer alguna lágrima de felicidad.
Y es ahí donde el adulto se deja guiar por su GPS.
El camino a seguir, ya está hecho por Dios.
MARIANO SANTORO
A veces me asusto un poco, porque no es mi ideal ver cosas negativas; pero son muchas más las veces en las que me alegro y disfruto de lo que me da la naturaleza.
A veces vuelo tanto que me encuentro con todos mis sueños y me doy cuenta que son muy productivos y que tienen buenos fundamentos.
La alegría me enfrenta y me dejo llevar y vuelo por lugares donde me sirven para llenarme por dentro.
Las maravillas de Dios, jamás terminarán de sorprenderme.
Veo a la gente, cada uno en su propio individualismo y tratando de meterse lo menos posible, de no involucrarse; quizás por sus propios temores personales e inseguridades.
Algunas veces puedo ver a algunas personas sembrando y luego de hacerlo, su rostro se resplandece con una inmensa sonrisa y pude entender que cosecharán amor verdadero; por eso se sienten seguros y felices.
A veces atiendo el llamado del planeta y me pongo a hacer mi tarea.
Y otras veces el llamado es interno y ordeno mi ser y mis prioridades.
Los valores que me permiten ser mejor ser humano están arriba de la lista.
Le sigue un extenso menú donde incluye ver felices a los que me rodean.
Son muchas las veces en las que salgo a ayudar de manera incondicional, ya que es la única manera de obtener los mejores logros, los que no son materiales.
A veces, salgo por las noches y subo a las grandes alturas y puedo ver el amanecer que está próximo a iluminar el camino que estoy transitando.
Siempre, me emociono por tener un nuevo amanecer y poder hacer mi tarea y tratar de ser un buen alumno.
Las oportunidades que me brinda Dios se multiplican a medida que me pongo a accionar; uno de los verbos preferidos luego del AMOR, es: HACER.
Hacer el amor, no se trata exclusivamente de 2 personas mezclando energías y fucionándose y ser uno solo.
Hacer el amor, es hacer todo lo que realizamos y que salga desde nuestro corazón.
Toda actividad que hacemos con el corazón y le ponemos el alma y la energía necesaria, recibimos nuevas fortalezas para seguir; se abren nuevas puertas, incluso, donde ni sabíamos que había puertas.
Creamos y hacemos.
Amamos y fortalecemos.
Vivimos y disfrutamos.
A veces, puedo ver a mi niño interno dejar caer alguna lágrima de felicidad.
Y es ahí donde el adulto se deja guiar por su GPS.
El camino a seguir, ya está hecho por Dios.
MARIANO SANTORO