Desde el primer instante en que cortan el cordón, somos libres.
En esa libertad que comenzamos a transitar, está la misión de llevar una vida decente y agradable.
Sabemos que podemos soñar y que muchas cosas no se podrán realizar o cumplir, pero nadie nos impide seguir soñando.
Cuando nos animamos a mirar mucho más de lo que sucede a nuestro alrededor, podemos ver el cielo.
Podemos deleitarnos y asombrarnos de toda su inmensidad.
Y hasta podemos creer que somos dueños de ese maravilloso cielo.
No hay límite en lo que podemos experimentar.
La mente nos puede frenar en algunos aspectos, pero en los deseos más intensos y más genuinos, podemos vivir una vida sin límite.
Nadie puede limitar sentimientos.
Nadie puede limitar nuestro propio crecimiento personal.
Un día comenzamos a caminar esa escalera y a cada paso, nos dejamos deslumbrar y nos damos cuenta que esa guía siempre está, que alguien nos ilumina ese camino y esos peldaños que Dios nos puso delante.
Y lo que sigue, es tan solo caminar.
Liberarnos de malestares, de emociones negativas, de pensamientos que nos tiran hacia donde ya no queremos regresar.
El único límite que podríamos ponernos y hacer todo lo posible por cumplir, es no volver a lo que nos dañaba.
A medida que caminamos, conocemos y nos permitimos vivir nuevas situaciones.
Se van sumando personas que nos encariñamos y que nos hacen mucho bien.
A cada paso de cada escalón que vamos subiendo, sentimos que liberamos peso y eso se trata de dejar atrás lo que ya no sirve.
No reciclamos momentos malos.
Nos alegramos por lo que estamos viviendo en este presente eterno donde cada proyecto, lo vemos nacer y vemos como crece y nos emocionamos.
Volvemos a recuperar el verdadero sentido de sentir.
Volvemos a querer y desear todo lo que imaginamos, porque sabemos que Dios está con nosotros.
Sabemos que viviendo una vida sin límite, el corazón fluye y ama, siente y se permite enamorar y enamorarse de la vida.
Nos fascinamos con lo que vemos, ya que nuestros ojos están limpios, ya no tenemos lagañas, ni estamos adormecidos; solamente vemos y nos damos cuenta que alguna vez, perdimos tiempo en cosas que no tenían valor; cuando el verdadero valor es hacer lo que uno ama; sin prejuicios y sin que nos importe la opinión de esos pasajeros ocasionales que nos querrán empujar hacia abajo porque ellos no se animan a subir.
Y en mi corazón, siento que alguien se preocupa por mí y me hace bien.
El no hablar no significa que no sienta lo mismo.
La comunicación no es solo con palabras, sino que se hace con el corazón y la distancia, es tan solo mental.
Por eso me permito vivir mis sueños, me permito escribir las páginas del libro de mi vida y pongo fotos y nuevos deseos.
Sigo escribiendo sentimientos y mis latidos me dictan las palabras correctas.
Ya no tengo que sufrir, no tengo que llorar, sino que solo me permito vivir y sentir.
Porque ya soy feliz por todo lo que hice, por lo que estoy haciendo y porque sé que Dios me dará mucho más.
Y hoy estoy aquí, caminando estas escaleras que yo mismo edifico.
Lo intento porque no tengo un límite que me lo impida.
Mi corazón seguirá latiendo por esas personas que toda mi vida querré.
Y aunque no esté a tu lado, siempre dedicaré hojas de mi libro para vos.
Si observaras mi mano, verías que está cerrada e imagino que estoy caminando a tu lado.
Y te agradezco por toda la eternidad.
MARIANO SANTORO
En esa libertad que comenzamos a transitar, está la misión de llevar una vida decente y agradable.
Sabemos que podemos soñar y que muchas cosas no se podrán realizar o cumplir, pero nadie nos impide seguir soñando.
Cuando nos animamos a mirar mucho más de lo que sucede a nuestro alrededor, podemos ver el cielo.
Podemos deleitarnos y asombrarnos de toda su inmensidad.
Y hasta podemos creer que somos dueños de ese maravilloso cielo.
No hay límite en lo que podemos experimentar.
La mente nos puede frenar en algunos aspectos, pero en los deseos más intensos y más genuinos, podemos vivir una vida sin límite.
Nadie puede limitar sentimientos.
Nadie puede limitar nuestro propio crecimiento personal.
Un día comenzamos a caminar esa escalera y a cada paso, nos dejamos deslumbrar y nos damos cuenta que esa guía siempre está, que alguien nos ilumina ese camino y esos peldaños que Dios nos puso delante.
Y lo que sigue, es tan solo caminar.
Liberarnos de malestares, de emociones negativas, de pensamientos que nos tiran hacia donde ya no queremos regresar.
El único límite que podríamos ponernos y hacer todo lo posible por cumplir, es no volver a lo que nos dañaba.
A medida que caminamos, conocemos y nos permitimos vivir nuevas situaciones.
Se van sumando personas que nos encariñamos y que nos hacen mucho bien.
A cada paso de cada escalón que vamos subiendo, sentimos que liberamos peso y eso se trata de dejar atrás lo que ya no sirve.
No reciclamos momentos malos.
Nos alegramos por lo que estamos viviendo en este presente eterno donde cada proyecto, lo vemos nacer y vemos como crece y nos emocionamos.
Volvemos a recuperar el verdadero sentido de sentir.
Volvemos a querer y desear todo lo que imaginamos, porque sabemos que Dios está con nosotros.
Sabemos que viviendo una vida sin límite, el corazón fluye y ama, siente y se permite enamorar y enamorarse de la vida.
Nos fascinamos con lo que vemos, ya que nuestros ojos están limpios, ya no tenemos lagañas, ni estamos adormecidos; solamente vemos y nos damos cuenta que alguna vez, perdimos tiempo en cosas que no tenían valor; cuando el verdadero valor es hacer lo que uno ama; sin prejuicios y sin que nos importe la opinión de esos pasajeros ocasionales que nos querrán empujar hacia abajo porque ellos no se animan a subir.
Y en mi corazón, siento que alguien se preocupa por mí y me hace bien.
El no hablar no significa que no sienta lo mismo.
La comunicación no es solo con palabras, sino que se hace con el corazón y la distancia, es tan solo mental.
Por eso me permito vivir mis sueños, me permito escribir las páginas del libro de mi vida y pongo fotos y nuevos deseos.
Sigo escribiendo sentimientos y mis latidos me dictan las palabras correctas.
Ya no tengo que sufrir, no tengo que llorar, sino que solo me permito vivir y sentir.
Porque ya soy feliz por todo lo que hice, por lo que estoy haciendo y porque sé que Dios me dará mucho más.
Y hoy estoy aquí, caminando estas escaleras que yo mismo edifico.
Lo intento porque no tengo un límite que me lo impida.
Mi corazón seguirá latiendo por esas personas que toda mi vida querré.
Y aunque no esté a tu lado, siempre dedicaré hojas de mi libro para vos.
Si observaras mi mano, verías que está cerrada e imagino que estoy caminando a tu lado.
Y te agradezco por toda la eternidad.
MARIANO SANTORO