Ausencia. Bronca. Crisis. Desesperanza. Enfermedad. Final. Gritos. Humillación. Indiferencia. Jamás. Llorar. Maldad. Nunca. Odiar. Partida. Rencor. Soledad. Tristeza. Violencia.
Palabras tan relacionadas con lo cotidiano que ya se hicieron piel, ya son como tatuajes. Cada día vivimos situaciones que nos incomodan, nos alteran y los nervios explotan. Nuestro cuerpo no aguanta y ya no son golpes, sino trompadas y patadas. Pensamos soluciones y no logramos encontrar alguna, ni siquiera para salir del paso. Cada paso nos cuesta el doble de lo que podemos soportar. El pozo está siempre tan presente, por más que no queramos verlo. Ese agujero en el que una fuerza maligna nos quiere empujar y dejar, hasta abandonar ahí. La gente que pensamos que podría ayudarnos no está cerca y los más cercanos, se preocupan y se encierran en sus propios dramas. Nadie quiere compartir problemas. Todos buscamos esa escalera que nos transporte a un nivel de paz y tranquilidad. Sí, suenan a palabras de otra era. Las cosas buenas parece que pertenecen a una época antigua. El respeto, el perdón, el agradecer; muchas palabras con mucho valor han perdido su poder.
No es entendible que la naturaleza nos lleve a elegir estar mal, porque en verdad, pareciera que es así, que nos sentimos masoquistamente cómodos en un lugar negativo.
Volvamos a oírnos, a escucharnos con la mirada; a mirarnos por dentro; a sentir lo que siente nuestro corazón; a latir, porque nos da vida; a vivir, porque es la razón por la que estamos acá. Cumplamos esa misión, dejemos huellas y rastros. Dejemos herencias de corazón. Dejemos experiencias para tener buenos recuerdos. Abrázate a palabras hermosas. Sentí el abrazo amigo de los buenos consejos. Ayudar para ser ayudado. Boomerang del amor. Disfrutá lo mejor que tengas, investígate, recórrete interiormente y vas a encontrar cantidad de virtudes y la más importante es que estás preparada a ser amada. Canjeá toda la gran bolsa y el equipaje negativo por un poco de amor y saldrás ganando. Mucho por calidad. Amor en cantidad.
MARIANO SANTORO