De tantos golpes, nos hicimos duros y esa dureza, se ha hecho roca y nos cubrimos con un caparazón queriendo tapar nuevos daños que nos puedan ocasionar.
No depende de nosotros es lo que casi siempre decimos. Relegando culpas en los demás.
Esa dureza, nos hizo fríos y hemos perdido algunas capacidades; es probable que una de las más importantes sea el dialogar.
Creemos que lo que decimos es la pura verdad y jamás fallamos y hasta quizás sea la realidad, pero hay algo que debemos recuperar.
Confianza. Muchas veces la dimos o tuvimos con relación a alguien y defraudación fue nuestra paga.
Nos sorprendimos cuando nos mintieron, cuando nos abandonaron sin excusas.
Dimos lo mejor y al darnos cuenta que perdimos tiempo, nos sentimos peor.
Muchas contras para alguien positivo.
Pensamos y soñamos cosas; nos ilusionamos y somos espontáneos y dejamos fluir toda nuestra naturalidad y espontaneidad.
Errores? Equivocaciones? Golpes? En cantidad.
Pero debemos lograr la comunicación.
Volver a sentarnos y mirarnos. Esa mirada desde el sentimiento, desde el alma.
El poder de la palabra juega un papel importante en las relaciones humanas.
Pedir perdón, cuando del otro lado hemos dejado a alguien en un estado malo, doloroso y triste.
Que nos escuchen; que nos den una nueva chance de explicar, de confirmar que lo que sentimos es verdadero. Eso hace que la valoración sea mutua.
Un ida y vuelta de sentimientos; que la conexión nos guíe a lo que esté por venir.
Dentro de las rocas existe un corazón y estaría muy bien que dejemos que alguien venga y nos lo mime.
Las caricias que recibe nuestro corazón nos derriten, nos hacen volver a ser seres sensibles, sin perder la postura.
Llorar se hace cuando uno siente algo por alguien, sea una pérdida del ser amado hasta cuando se da a luz a un hijo.
Dejemos fluir lo que quiera salir desde ese lugar tan preciado que tenemos y es el alma.
MARIANO SANTORO