domingo, 15 de mayo de 2011

Escondiéndonos de la opinión de otros

Dónde comienza la sinceridad si no podemos mirar a los ojos de la persona que está delante nuestro?
Qué es lo que hace a una persona esconderse?
A quién le teme?
Acaso importa el qué dirán?
Y la personalidad?
Todos pasamos por muchas pruebas durante nuestra vida y jamás tenemos que sentir verguenza por haber hecho algo y si nos equivocamos, seguro que habrá tiempo de pedir disculpas.
La gente no suele tener tiempo para perder y menos con alguien que no se muestra tal cual es.
Es importantísima la confianza que podemos llegar a tener con alguien y a la vez, recibir alegremente lo que quiera compartir con nosotros.
Es probable que haya habido un suceso clave que tomemos como referente para poder sentirnos así; pero no es una excusa válida para escudarnos detrás de imágenes falsas o gustos personales que creemos que tienen más importancia que lo que somos, que nuestra esencia real y pura.
Taparnos los ojos es algo que deberíamos hacer ante un accidente, algo que nos duele en el alma y no por no querer que nos conozcan y fingir y mentir e inventar historias que no tienen ningún final.
Nos lastima mucho saber que hay personas que viven jugando a las escondidas.
Pero lo que ellos no saben es que a la vez se esconden de ellos mismos.
Se reprimen, se autoencierran, se esclavizan a lo que digan, se tapan y acumulan energía negativa.
Acumulan rencor, bronca y todo lo que han pasado, lo traen siempre al presente y al no superarlo, viven como fuera del espacio tiempo; están en otra sintonía.
Cuando uno no cree, un vacío muy profundo es lo que lo invade.
Hay gente que cree que es necesario sufrir.
Es como que compiten para ver quién sufrió algo muy fuerte y grave.
Esa competencia los lleva a un nivel más bajo; es como una involución.
Al victimizarse y contarlo y ver que otros tienen otras anécdotas similares para contar, se llenan de una falsa alegría.
Cuando un grupo va contando negatividades no progresa, se estanca.
No tienen vida ya que su pasado y lo que sufrió es lo que marca su camino; un camino sin adelantar un solo paso.
Si hay víctima, hay victimario.
Si uno sufre, del otro lado hay alguien que lo padece.
Si uno se encierra, se pierde todo lo que está a la luz; lo natural, la simpleza, el confiar, el sentir, el ser.
La vida tiene muchísimos secretos que vale la pena el esfuerzo para descubrirlos.
Hay mucha magia afuera y hay trucos para poder sobrellevar los inconvenientes que se nos presenten.
Demos la cara.
Digamos lo que expresa el corazón.
Alejarse de los problemas, de lo que nos frena a seguir.
No necesitamos semáforos que nos impidan seguir con nuestro modo de vida.
El verde es esperanza y avanzar.
Y el rojo, tiene que ser del corazón.
MARIANO SANTORO