jueves, 19 de diciembre de 2013

Árbol de luz

En un principio, fuimos semilla.
Con el correr de los años, fuimos creciendo hasta transformarnos en un árbol.
Una vida que ha crecido a partir de haber hechado buenas raíces y que sabía que hacia arriba, estaba la conexión divina que nos daría mayor fuerza.
Una vida que ha visto crecer a las personas y a la vez, plantitas.
Ambas, han estado durante un tiempo y luego se han ido.
Lo duradero, no lo era tanto.
La confianza de empezar a hacer amistades y creer.
La esperanza de saber que alguna vez los volvería a ver.
El respeto de valorar el tiempo que hemos dado y darnos cuenta que tuvo su importancia.
La fe de creer que a pesar de todo, la vida sigue y seguiremos creciendo.

Quizás con menos amistades.
Quizás con menos ramas y hojas.
Pero debemos seguir con nuestro destino.
Ese árbol que ha sabido dar buenos frutos, hoy sabe que lo que más necesita es estar y sentirse fuerte y conectarse con su interior.
Sabe que la vida verdadera pasa dentro de uno.
Que cada huella, cada marca, cada anillo dentro de esa madera, es la que cuenta como experiencia.
Y un día aprendimos que no sólo debíamos mirar hacia nuestros costados; sino que presentíamos que había algo más.
Un día miramos hacia el cielo y nos emocionamos.
Descubrimos una nueva maravilla para contemplar.
Ese cielo que se llenaba de nubes y otras veces, de estrellas que brillaban.

Y ese brillo nos sorprendió y empezamos a darle otro sentido a nuestra existencia.
Ese brillo era tan especial, que lo queríamos tener cerca.
Y pudimos comprobar que nosotros también podíamos brillar.
Y nos encontramos con nuestra luz interior.
Era el momento de comenzar a vivir como árbol de luz.
Y todo fue como un renacer; pero con más sabiduría.
Ya que lo que habíamos conocido hasta hoy, era una pequeña parte de todo lo bello que tiene la vida, la existencia del ser humano.
Y que esa luz que ya era parte de nosotros, podía iluminar a quien se acerque.
Árbol de luz; árbol que aprendió el significado del amor a la naturaleza y hacia las personas.

Árbol, pequeño hijo de la vida.
Luz, hija directa de Dios.
Una unión que ya establa planeada desde los comienzos del mundo.
Debían encontrarse.
Como el amor se acerca a las buenas personas.
Como el sentimiento incondicional de la luna con el sol.
Como el inmenso cariño de Dios, que nos mostró la oscuridad para valorar la luz.
Nuestra propia luz.

MARIANO SANTORO