La soledad alguna vez supo buscar y se encontró con su propia compañía.
Aprendió mucho de sí, ya que cada día, era un viaje más profundo.
Las emociones se hicieron sentimientos y la vida, musicalizaba cada instante.
El arte estaba instalado y crecía a medida que pasaban los días.
Cada momento se eternizaba y se transformaba en cuadros.
Y esos mismos cuadros se hicieron vida y salían para vivir su propia vida.
Todos los ambientes se llenaban de cariño y el amor, estaba por ingresar a ese gran lugar.
No se trataba de una casa, sino de un ser con mucho espacio en su interior.
Los sitios ocupados, ya estaban con anhelos y sueños de esperanza.
Pero cuando el amor llega, siempre hay un nuevo lugar y los demás, saben abrirse porque todo se renovará.
La vida se potencia cuando nos enamoramos del hecho de vivir.
Cada oportunidad que nace, es como un gran hijo al cual debemos cuidar.
Y el amor nos sabrá proteger, para crecer juntos y ser mejores cada día.
Y en el tren de la vida, hay que saber disfrutar de cada estación.
En todas, siempre hay algo por aprender.
El amor se expande y se hace poema.
Las canciones que juntos se escriben, corren por las venas hasta llegar al gran corazón que rítmicamente, sigue latiendo.
Y todo lo que hacemos, se va escribiendo y se hacen más poemas.
Porque le damos colores a lo que nos sucede y las palabras, fluyen del amor que bien supo fusionarse.
MARIANO SANTORO