Todos hemos abierto alguna vez algún libro.
Algunas menos personas, han leído alguno en su totalidad.
Y muchas personas, han sabido tener las suficientes experiencias para ponerse a escribir, si bien no sea un libro, pero sí, varios capítulos de su vida.
Ser protagonistas de nuestra propia historia, no es tarea fácil.
No todas las vivencias son dignas de contar y tampoco son todas positivas.
Pero sin lugar a dudas han sido muy útiles para el propio crecimiento.
Un libro no se mide por la cantidad de hojas que tiene; sino por el contenido.
No es cuestión de delirar o inventar anécdotas ficticias para rellenar con un alto grado de vacío emocional.
Los rellenos, no significan que tengan contenido.
Y luego de haber vivido tantas vidas; generalmente ajenas, nos decidimos a ser dueños y escritores de nuestra vida.
Y en cada acción, damos ejemplos de todo lo que hemos pasado.
Hoy podemos releernos en situaciones, en imágenes y en pensamientos que supieron hacerse su lugar en la memoria.
Y hoy, aprendimos a superar obstáculos y olvidar, fue una materia que varias veces repetimos.
Hoy nos sentimos más fortalecimos porque le dimos más valor a nuestra voluntad y autoestima.
Nos animamos y nos permitimos sembrar oportunidades en semillas llenas de esperanzas.
Verlas crecer es el gran desafío para controlar nuestra paciencia.
Pero la fe está en todo nuestro ser y sabemos que hay vida sana cuando nos dedicamos a crearla nosotros mismos.
Extendamos nuestras manos y sembremos más amistad y amor en todo lo que nos toca vivir.
Y muy pronto, tendremos la gran respuesta de la naturaleza, al ver crecer todas las hojas que nacen para alegrarnos la existencia.
MARIANO SANTORO