Me quiero, porque dejé de poner expectativas en los que alguna vez quise.
Aprendí desde la más absoluta soledad a no tener miedo.
Y en ese lugar, vis demasiadas oscuridades hasta que encontré mi propia luz.
Me quiero porque no tengo que dudar en que si alguien está conmigo, se va a cansar a la brevedad.
Sé muy bien lo que valgo y mis valores, no se negocian.
No existe precio para la libertad que bien me supe ganar.
Me quiero, porque desde el primer instante que sembré mi autoestima, le encontré otro sentido a vivir.
Y mi existencia se basa en la experiencia.
Caminando en las calles emocionales y saber por dónde continuar para seguir mi viaje.
Me quiero porque escuché las voces divinas que se comunicaron con mi niño interior.
Y entre juegos y crucigramas, pude armar algunos rompecabezas.
Perder el tiempo, pero construyendo recuerdos.
Me quiero y no necesito aprobación para mi estilo de vida y de amar.
Conozco muy bien cómo son mis sentimientos y todo lo que pudo ofrecer cuando hay cariño genuino.
En ese búmeran real de dar lo que uno es y el destino se encarga de lo demás.
Me quiero tanto, porque supe recibir mucho cariño de mi sangre y de las amistades con las que me he rodeado.
Toda la enseñanza, está sobre una hermosa balanza.
La sensibilidad y credibilidad de mis actos, tienen a la humildad como motor.
Me quiero y quiero querer y creer en que todavía hay mucho más en mi horizonte.
MARIANO SANTORO