Sabías que lo que llegaba iba a ser intenso.
No se trataba de ir a un subsuelo.
Era el viaje más íntimo que te tocaba experimentar.
Lograste oír los sonidos de tu corazón alentándote.
Y comenzaste con el periodo de reflexión.
Y te volviste una arquitecta.
La base era lo más importante para mantener todo el peso que llegaría.
Los buenos cimientos eran tus propios sentimientos.
No había secretos, sólo te dejaste guiar por lo que sentías.
Y sí, te viste fuerte, bastante fuerte.
Ya no había nada oculto, sino que la transparencia de tus acciones, salían a la luz.
Todo era inmenso y te adaptaste demasiado bien.
Estabas creando tu mundo y desde el núcleo que te da vida, brillaste.
Todo un halo cubrió tu cuerpo en este hermoso camino que decidiste tomar.
La profundidad más absoluta para encontrarte a vos y lo mejor de vos.
Poder tener una nueva mirada a lo que sucede en el exterior.
Y desde tu lugar, ese humilde espacio llamado esencia, dar todo lo que puedas con el deseo de ayudar.
Te priorizaste y sabés que toda enseñanza, es mejor cuando se la ejerce y se practica empatizando.
Para arreglar lo de afuera, fuiste a lo más lindo de todo tu ser y desde ahí, la misión ya se hizo realidad.
MARIANO SANTORO