Junto a los latidos, se percibía algo especial.
No era ruido, sino algo demasiado agradable.
Iba rebotando por todas las paredes haciendo que me sienta libre.
Instantes en los que uno se maravilla y la capacidad de asombro se hace presente.
Sonidos internos que se acercaban al corazón.
Pasaban a su lado y acariciaban al ser.
Cada rincón sentía esos detalles musicales que lograban la paz anhelada.
La tranquilidad de las bellas melodías.
La relajación mental en las que nos entregamos a la escucha espiritual.
Cada espacio se llenaba de amor divino.
Oír lo que el más acá nos quiere decir.
La cercanía con los recuerdos y todo lo hermoso que nos tocó vivir.
Tocar y abrazar, percibir y vibrar.
Experiencias que dejan al silencio a un lado para que disfrute de una nueva música.
Más que una canción, mucho más que una emoción.
Buscar un momento y encontrar tiempo.
Ese autoregalo tan merecido que nos invita a continuar.
Descubrir que siempre hay algo más.
Dialogar con lo que hemos sido y caminar con el ritmo del amor.
MARIANO SANTORO