El amor tiene un valor mucho más importante.
Los sentimiento empiezan a salir de nuestro corazón y todo lo que hacemos lo expresamos de la mejor manera y natural posible.
Tenemos y venimos con algunos prejuicios que acumulamos, ya que el precio de la libertad, es impagable.
Pero por el bienestar de nosotros y de vernos acompañados de alguien que nos quiera, nos proteja, nos apoye en muchas de las cosas que queremos hacer, con todo eso y mucho más, vamos dejando de lado lo que eran simples gustos e incluso caprichos pensando que con eso mejoraríamos nuestra vida.
El amor no discrimina y llega de cualquier manera; quizás, cuando menos estamos preparados, algo así como un examen sorpresa y tenemos que estar bien nosotros para poder rendir, para dar lo mejor y estar preparados por tantas ganas y deseos que pensamos que no llegarían más.
Tenemos nuestras manías, nuestros gustos y costumbres y la persona que se nos presenta en nombre del amor, también los tiene.
La sabiduría está en poder llegar a un acuerdo y saber compartir cada historia personal.
Los colores que teníamos hasta el día de hoy, se pueden fusionar con los de nuestra pareja.
Nada es fácil ni simple de llevar a realizar.
Sólo cuando el corazón sienta de verdad, todo lo negativo o lo que creíamos con un valor importante para el bienestar de una pareja, comenzarán a derretirse, se desvanecerán y lo bueno, esas cosas que realmente tienen un valor especial, se mezclarán y juntos harán colores nuevos.
Juntos, porque esa es la palabra que reina en nombre de una nueva unión que la vida nos obsequia cuando más lo necesitamos; ahí es cuando todo mejora y la cantidad se trasforma en calidad.
Cuando lo oscuro se hace luz y podemos ver lo cerrados que vivíamos hasta este día.
Todo y de a poco, se irá y será parte de un pasado donde ojalá no recordemos jamás.
Sentir hasta que nos golpeemos de tanta alegría.
Llorar junto a nuestro amor por tanta felicidad ansiada.
Disfrutar y vivir, ya que esa es la misión que nos puso el destino.
Amar, porque es lo maravilloso que nos regala Dios para saber compartir mucho más que un cuerpo; sino nuestra alma.
MARIANO SANTORO