Pero ambos tienen gustos y por lo general, no son los mismos.
Cuando llega el momento en donde tanto uno como el otro empiezan esa búsqueda de una pareja, ponen límites.
Comienzan a aparecer una larga lista de cosas que NO se aceptarán para nada.
Esos NO crecen cada día y todo se complica aún más.
Si la idea es compartir, porque no compartir gustos e intercambiarlos?
Si uno tiene algo en especial, una manía o lo que fuere, puede confiar, ya que con la confianza se da un gran paso en el crecimiento de una pareja.
Tener ideales y haberlos soñado toda la vida se hacen difíciles cuando se los quiere volcar a la realidad.
Chocamos al ver que no todo se cumple según lo deseábamos.
Caemos en momentos de depresión y nuestra presión, entra en un nivel no deseado.
Hay mucho mal afuera para que lo pasemos al interior de nuestro ser.
Conocer a alguien es descubrir un mundo nuevo.
No significa que lo analicemos y veamos en qué coincide con nosotros.
Saber y aprender.
Entre los 2 y cada uno tienen que hacerlo.
Escuchar y ser parte.
Entregarse y dar todo lo que el sentimiento marque.
Si pensamos algo, es muy probable que no lo hagamos.
En cambio si sale del corazón quizás probemos a ver qué sucede.
Pero luego de tantos golpes uno se cansa y deja al corazón de lado y todo es más mental.
La mente nos frena. El cerebro debemos usarlo para nuestro trabajo y ser lo más inteligentes posible.
Pensar es increíble y si pensamos en esa nueva persona que se acerca a nuestra vida con ganas de conocernos, mucho mejor.
Recordar lo que vivimos para no caer en la misma trampa, es muy sabio, pero quizás en esta oportunidad la trampa sea otra y no tenga nada de negativo.
Vivir una experiencia 2 veces quizás nos muestre puntos diferentes.
Experimentemos un poco más.
Permitamos que nos descubran y que vean lo más preciado.
Las estructuras hay que dejárselas a los arquitectos.
Esa unión, entonces, se hará cada día más fuerte y la relación (ojalá) sea inseparable; por el bien de ambos; por el bien del amor.
MARIANO SANTORO