Un día me encontré leyendo, pero no se trataba de un libro; sino de mi propia vida.
Siempre he sido un buen espectador de lo que sucedía a mi alrededor; pero también, me di el permiso para autoconocerme.
He logrado bucear en mi ser, en toda mi alma y corazón.
He estado durante un largo periodo dentro de mi cuerpo y aprendí mucho de la vida.
No sólo pude leer palabras, sino que me encontré con los sentimientos más puros que he sabido proteger.
Leyendo pureza, encontré la belleza de experimentar.
Leyendo simpleza, descubrí el poder de la humildad.
Leyendo páginas, me vi con alas verdaderas de libertad.
Leyendo naturaleza, me vi rodeado de un presente con mucho futuro.
Leyendo pensamientos, comprobé que me conduzco de manera positiva.
Leyendo amistades, me di cuenta que siempre es saludable estar rodeado de gente querida.
Leyendo misterios, le di mejor sentido a algunos secretos.
Leyendo miradas ajenas, me vi reflejado y me agradó esa visualización.
Leyendo olas de mar, pude fortalecer mi propia energía.
Leyendo el pasado, pude saber qué cosas dejar en mi baúl de recuerdos.
Leyendo días nublados, dejé fluir la luz de mi sol interior.
Leyendo lo que me rodeaba, me hice amigo de la soledad.
Leyendo sobre misiones y destino, caminé cada empedrado que se ha presentado.
Leyendo sobre eternidad, tengo reservado todo el amor que puedo dar, porque aprendí el valor de compartir.
MARIANO SANTORO