Cuando nos acercamos a la belleza, podemos notar su fragilidad, pero si comenzamos a involucrarnos y a quererla, se hace poderosa.
Todo lo que se cruce en nuestra vida, tiene algo de bello.
Sólo está en nosotros saber apreciar ese secreto.
Si nuestra vida ha tenido sabores amargos, no quita que desconozcamos la dulzura.
Cada uno y en el momento exacto, se encontrará con bellas cosas en su camino.
Y si el camino elegido es el correcto, se potenciará esa belleza, porque durante el trayecto, disfrutaremos cada instante.
La belleza es motivadora, es como una suave caricia cuando nos sentimos en carne viva.
Al acercarnos a ella, hasta podemos sentir un desvanecimiento de sorpresa.
Si pasamos mucho tiempo sin rumbo y dando vueltas sin sentido, la belleza sirve como guía.
Permite recuperarnos y sanar heridas que teníamos acumuladas.
No todas las personas están listas para proteger la belleza, ya que es parte del destino verdadero que nace en el alma y se camina con cada latido de vida.
Es aliento y respiración, es amarse a uno mismo y expandir esa belleza que entra y se hace su propio lugar en nuestro ser.
Cuando logremos estar frente a esa belleza, permitámonos emocionarnos.
Soltemos el peso que ya no suma, sino que resta todo lo lindo que tiene la vida.
Aferrémonos sólo a lo que nace del amor.
Abracemos el aire que respiramos.
Soñemos con una linda vida, porque cuando la belleza llega a nosotros, es para quedarse, si la valoramos.
Mimemos cada amanecer, seamos sentimentales y cómplices de toda belleza natural.
Proteger la belleza es sonreír porque nuestro corazón sabe que el amor vivirá por siempre en nuestro ser.
MARIANO SANTORO