En mi vida no sólo he aprendido a acumular canciones que alegren mi existencia, sino que he comprendido la importancia de saber coleccionar momentos.
Mi vida se ha encontrado en muchas canciones y ese encuentro me permitió creer más en el poder de la música.
Le he dado forma a mis propias melodías para continuar dándole la bienvenida a nuevas canciones.
Cerebro musical es lo que me moviliza, lo que me inspira y me guía.
Una mente llena a modo de pentagrama donde se van uniendo las partes.
Esas mismas partes son historias vividas que dejaron buenas huellas.
Canciones que regresan para recordarme que he pasado por diversas experiencias.
La música sanadora me ha limpiado de sensaciones que de otra manera, hubiera sido difícil sacarlas.
Lo malo deja paso a lo eterno.
Es y será así, porque al elegir el camino del amor, nuestro mundo se vuelve armónico.
Algunos de mis sueños se han hecho realidad cuando comencé a creer que existían personas que también cumplían los suyos.
La fe me permitió pertenecer a esa lista en la que uno desea desde el corazón y llegado el momento, la realidad se hace presente.
Largas noches en los que la música fue mi gran compañera, regresan hoy para recordarme que creyendo, todo es posible.
Sueños que se transforman en ideal y estas mismas en bocetos de futuras notas que a su vez, serán parte de mi propia partitura.
El pentagrama se va llenando con lo que uno compone cada día y en cada acción.
La música va cubriendo todo el territorio cerebral para que el cuerpo vaya tomando lo que sea sanador y positivo.
La música sana y salva, acompaña y ayuda, está y nos potencia las emociones, las acomoda, las adapta a nuestra realidad y es la mente la que le da un nuevo sentido.
Y eso se logra cuando hemos crecido en todos los niveles, porque aprendimos a reconocer que no todo ha sido armonioso.
Encontrarse en la música, es darnos cuenta que jamás nos perderemos.
MARIANO SANTORO