La vergüenza nos ha llevado por caminos tan oscuros que tomamos la postura de un bolso.
Una mochila que a través del tiempo, se hizo más pesada.
Nos enroscamos y torcimos el cuerpo hasta que lo único que podíamos ver, era el piso.
Ni siquiera prestamos atención a los pies, esos que tantas veces nos ayudaron a caminar.
Sin quererlo, aprendimos a vivir dentro de la misma jaula que construimos.
La prisión, nos impedía expresar nuestros sentimientos.
Apagamos todo lo referido al sentir y el pensar, se hizo una mala costumbre.
El cerebro trabajaba a jornada completa, sin descanso.
Y la tristeza, se hizo presente y llegó para quedarse y luego, incorporarse a todo el cuerpo.
Y la naturaleza, tiene su propia sabiduría, ya que muchas personas han pasado por lo mismo.
De a poco, comenzamos a elevar la mirada y ver a nuestro alrededor.
Y la sorpresa se apoderó de nosotros, al ver que a nuestro lado, tan cerca de las emociones, había otro ser, viviendo lo mismo.
Nos costó, pero al sentirnos reflejados, hicimos fuerza hasta lograr pararnos.
Y ese espejo repitió nuestra acción.
Nos vimos parados, enfrentados y dolidos.
Pero con la mágica esperanza de que ahora, éramos 2 para hacer la tarea necesaria y salir.
Nos descubrimos sonriendo y compartiendo experiencias.
Nos desnudamos de secretos y juntos, construimos el arma más poderosa.
La herramienta que nos abriría mucho más que las puertas de nuestro encierro y era la llave del amor.
MARIANO SANTORO