sábado, 16 de noviembre de 2019

Cartas

En algún momento de mi adolescencia, sentí la necesidad de expresar todo lo que sucedía en mi interior.
Y esa mixtura, salía en forma de palabras.
Textos que se ordenaban y tomaban un color romántico.
El corazón era quien hablaba y a la vez, me susurraba lo que debería hacer.
Mi gran guía interna que salía y se encontraba con el mundo.
Las hojas en blanco eran de gran inspiración.
Y mi mente llena de ilusiones, fluía.
Fui conociendo diferentes estilos de amor y en cada uno, fui investigando para poder escribir.
Y desde mi soledad, fui conociendo mujeres que se hacían un lugar en mis pensamientos.
Y comencé a dedicar esas palabras que quizás muchas veces no pude decir en voz alta.
Y las cartas hablaban por mí.
Voceras silenciosas pero con un gran contenido emocional.
El buzón tomaba relevancia y la paciencia, jugaba con el valioso tiempo.
Recibir una respuesta ya era satisfactoria, aunque uno pretendía más.
La manera en que uno ama, o quiere, o siente, incluso lo que piensa, no siempre se refleja y proyecta nuestros deseos.
Decenas de cartas, con dibujos, como para darle alegría a tanta seriedad que el corazón expresaba.
Anhelos y fantasías de algo concreto y duradero.
Cartas valiosas que quedan en algún cajón, porque los recuerdos materiales, son un tesoro personal.
Algunas veces extraño recibir alguna carta; algunas veces extraño tener noticias de la persona.
MARIANO SANTORO