No hay una cantidad límite de juegos, para la mente de un niño.
Las puertas creativas se van abriendo y cada una desencadena ideas y a su vez, encadena sonrisas.
Ventanas que se expanden y la alegría se hace presente para acompañar.
Todas las fantasías que uno pudo haber tenido, quedan pequeñas ante la realidad.
Y el vivir ese crecimiento, es lo interesante del viaje.
El cielo va haciendo dibujos y nuestra mirada no deja de sorprenderse.
Todo se transforma en una gigante hoja en blanco donde los pensamientos van sumando cositas.
Y la vida se va llenando de colores y nos da una tonalidad emocional.
Siempre estará ese niño que quiera jugar y animarse a superar obstáculos.
Pero no es una carrera de competencias.
Es parte de la superación personal.
Nos vamos cruzando con las diferentes etapas de nuestra existencia.
Y nos sentamos en el piso para conversar.
El adulto escucha al niño sabio.
El adolescente presta atención y a la vez, prueba y sigue aprendiendo.
El mayor, el que tuvo una buena y sana vida, mira y sonríe, porque sabe que el viaje aún es largo.
Y las estrellas van dibujando la palabra FE.
Y el amor de ese niño que vive en vos, se potencia.
Y recibe lo que su corazón desea, porque es en su esencia, que al pedir, siempre agradece.
MARIANO SANTORO