La niñez siempre estuvo ahí, al alcance de mis sueños.
La ilusión se ha hecho canción y la escucho a diario.
Y en mis diarios personales, las emociones no han sido casuales.
Todo se fusiona cuando recuerdo mis rutinas en el colegio.
Los juegos análogos en el recreo.
Los primeros amores y mis ojitos brillando en todos los colores.
Ese buzón estancado en la esquina.
Las cartas soñadoras que recibía.
Y a la espera de respuestas anheladas.
Palabras enamoradas que salían del corazón.
Y el sol acariciando los hilos de los globos.
Juguetes llenos de aire, son parte del tesoro.
Y la inocencia aumenta con la experiencia.
Valorando la esencia y haciéndose respetar.
Recordar lo positivo es aprender a amar.
Lo que vale la alegría en la escuela de la vida.
Y por ahí cerca, está la calesita, dando vueltas como el planeta.
Girando hasta encontrar la oportunidad.
La de atrapar la sortija de la felicidad.
MARIANO SANTORO