Aquella vieja capilla en la que la sus religiosos, se dedican exclusivamente a escuchar.
No tiene relación con lo espiritual, aunque nos ha salvado a muchos.
Ese aparato que se fue transformando y cambió su envase.
Pero lo maravilloso de su esencia, es que ya cumplió un siglo y le sumó un año más.
Esa compañía incondicional que ha hecho milagros.
La que nos habla y musicaliza nuestros días.
La que a través de sus canciones, nos ofrece mensajes.
Esas melodías que nos hacen recordar hermosos pasajes de vida.
Noticias que se adelantan al papel diario.
Todo transcurre en un instante y hay que saber aprovecharlo.
La soledad se ha hecho muy amiga de ella.
Y nos ayuda a fantasear; a visualizar imágenes que proyectan las emociones.
Siempre hay alguna hoja cerca, para garabatear las inspiraciones.
Y la luz que ilumine, puede cambiar, puede ser externa o incluso la propia.
Todo es mágico y no hay truco.
Aunque al ser niños inocentes, creíamos que había enanitos allí dentro.
Nos saluda en cada amanecer y se alegra al regresar.
Hermosa compañía para los que nos agrada pensar y sentir.
Ella se llama Radio y siempre tiene algo para decir.
MARIANO SANTORO