Hoy es una noche especial, en la que me permito viajar en el tiempo y encontrarme con mi niño interior.
Durante la travesía, voy recordando esos momentos de salir a espiar a ver si los podía agarrar justo, pero han sabido esquivar mi suspicacia.
En días anteriores, ya me predisponía a escribir en una hoja todo aquello que consideraba necesario.
Y agradezco el haber crecido y darme cuenta que lo realmente que uno necesita, es creer.
La fe se hace amiga de la inocencia para hacer su tarea en esa epifanía.
La búsqueda del regalo, llega inmediatamente con el abrazo a nuestros padres.
Sorpresa, sonrisas, son parte de la vida.
Tratamos de paralizar el mundo y eternizarlo.
Cada año, regresamos a ese ritual en el que nos transforma.
No existe edad cuando uno se conecta con al divinidad.
Y no se trata de una cosa material, sino que es algo espiritual.
El camino que ellos han hecho es la mayor enseñanza.
Valorar lo que han atravesado, para llegar a este presente.
La estrella que por siempre brilla y nos guía, nos da la motivación precisa para continuar.
La felicidad del niño con eso que tanto quería, se supera con lo que siente.
Y el adulto que somos, observa a aquellos objetos que se coleccionan en el corazón.
Reinado mágico, trilogía familiar.
Arbolito personal, que crece con colores y valores.
Hoy volveré a escribir, porque mi mayor regalo es vivir.
