Desde chicos nos vamos haciendo una imagen de lo que sería nuestra persona ideal; sumamos gustos, estilos y demás, armando una especie de collage de la persona que nos podría llegar a llenar a todo nivel, de la cual nos sentiríamos cómodos, felices y la que tendríamos deseos de pasar mucho más que unos cuantos momentos. Colores de cabello, altura, aspecto físico, cómo luce, cómo viste, qué perfuma usa, qué hace de su vida y otras cosas, son plus. Esa persona de la que creemos 10 puntos y nos podrá acompañar a nuestro lado. Es probable que al seguir con esa búsqueda de "la persona 10" se nos crucen muchas que son 6, 7 u 8 puntos, pero las exigencias son tantas y no darnos cuenta puede ser un error, ya que cualquiera de esas "6, 7 y 8" podrían llegar a ser un "10". Debemos dar oportunidades y no sentirnos únicos y ser caprichosos con lo que consideramos leyes inquebrantables. Por algo, estamos solos. Siempre habrá gente "que no nos cierren" y a la vez, tampoco podemos ser absolutamente infieles con lo que deseamos, pero una charla y querer saber más sobre esa nueva persona que quiere acercarse a nosotros y que le importamos y se esfuerza, quizás ahí, esté la respuesta a todo. Conocer gente y sus historias es fascinante y el destino nos puede dar la sorpresa de que hasta podríamos hacer nuestra propia historia con esa gente nueva. Miremos dentro de nosotros. Sabemos muy bien que somos buenos y que nos encantaría que respeten nuestros valores y tiempos y espacios. Imaginemos que estamos preparados a compartir y nuestra imagen, nuestro rostro cambiará y tendrá un color de felicidad.
MARIANO SANTORO