Llega un momento en nuestra vida en que (por fin) el amor se hace presente. La sensación es casi indescriptible. Nos volvemos más sensibles; hasta nos atontamos. La vulnerabilidad aparece. Nuestros latidos aceleran su ritmo y de nuestra boca salen palabras que pensamos que no volveríamos a repetir.
Naturalmente, nos dejamos volar y cada movimiento que damos es pensado en base a 2. El combo del amor. Uno sobre otro. Damos lo que no tenemos. Soñamos mucho más de la cuenta. Nos permitimos hacer cosas infantiles, ya que en nombre del amor, no hay verguenza. Lo que alguna vez consideramos absurdo, hoy nos lo permitimos hacer. Una carta en papel. Llamar a una radio para elegir un tema. Sacar fotos de ambos y hacer collages. Guardar los tickets de las salidas. Mirar una peli cada uno en su casa y hablarnos luego, para debatirla. Acostarnos y dormir juntos, más allá de la distancia; tan solo con la imaginación. Caminar y observar mucho más lo que nos rodea, ya que podemos encontrar un buen regalo para nuestra pareja. Ayudarla, ser parte. Estar cuando nos necesite.
La sonrisa y un estado de alegría eterna, nos invade y lo que hacemos cotidianamente, lo realizamos con muchas más ganas. La música se apodera de nosotros y nos envuelve en melodías y todo es romanticismo. Nos despertamos con un mensaje en nuestro celular y sentimos que lo que estamos viviendo es increíble y maravilloso.
En nosotros está el tener los deseos suficientemente poderosos de poner y dar lo mejor y hacer que dure el mayor tiempo posible. Al dar el 100% y con la ayuda del Destino, lo único que nos queda, es disfrutar.
Porque se puede. El amor tiene poder.
Hacemos el amor?
Dejemos que nos sorprenda.
MARIANO SANTORO