Orgullo, ese exceso de vanidad y de quererse uno mismo, muchas veces confundida con la soberbia, donde elevamos el ánimo y necesitamos ser el centro y el preferido de todos. Ambos, pueden ir de la mano y son extremadamente necesarios, sin caer en la adicción o en tomarlo como modo de vida, sino, sumándolo al resto de virtudes.
Cuando decidimos abandonar la soledad para empezar una pareja, vamos permitiendo situaciones con tal de no tratar de hacer daño. Damos y hacemos cosas que quizás no estén en nuestras costumbres, vamos adaptando rutinas y ofrecemos o por lo menos lo intentamos, todo de nosotros, queriendo recibir una parte de todo lo que damos y muchas veces no lo recibimos. Esperamos noticias, un llamado, un mensaje de texto, hasta algún regalo si es que se acerca una fecha en particular y la nada misma, junto al silencio es lo que viene. Se olvidan, se pierden momentos, las preocupaciones tomaron control de su mente y ya no valemos mucho. Quedamos desplazados y nos sentimos una basura. Un profundo sentimiento de angustia y pesadez nos llega y no nos hace bien y sufrimos. Sabemos que dimos lo mejor, pero del otro lado no lo han visto así.
Es nuestro derecho priorizarnos y tener orgullo propio. Hacer un balance y pensar en cada movimiento a realizar en nuestro futuro. Primero estamos nosotros y querernos y amarnos; sentirnos de la mejor manera posible, brillar por dentro y que esa luz salga al exterior. No caer de nuevo en esa trampa, no permitir que nos usen. Los sentimientos y el amor, están perdiendo validez, hemos llegado al punto en que ser descartables está bien visto. Somos pasajeros del querer en un viaje tan corto que realmente no vale el esfuerzo. Si pasaste por su vida, fuiste su pareja y por cosas del destino o quizás por no haber apostado lo suficiente, se pierde todo y el alejamiento es la única salida. Ya no importa si fuiste buena persona y si diste lo mejor. Sos un recuerdo y no valés nada. No se preocupan más, ni les importa saber si estás con vida. Pasaste por su vida, pero las huellas se borraron, se desvanecieron y el adiós, llegó.
Orgullosamente debemos levantar la cabeza, mirar hacia el futuro, renovar ganas y estados anímicos; hasta podríamos dejar caer algunas lágrimas y no sería nada raro, porque somos humanos y tenemos algo dentro de nosotros que cree en el amor y que estas cosas nos duelen y el mostrarlas está bien, para que vean que somos excelentes personas y podemos dar y hacer de todo, en nombre del amor y de querer ser feliz.
La soberbia es creer que puedo llegar a amarte como nadie lo hizo jamás y me sentiría orgulloso de ser el único en tu vida.
Transformemos el significado de cada palabra y vivamos según lo que sentimos en nuestro corazón.
MARIANO SANTORO