Más de la mitad de mi vida me la pasé escuchando situaciones límite de mis amistades y siempre traté de encontrar la solución a los problemas ajenos y a los propios.
No tuve una vida fácil y aún sigo aguantando el golpe.
Sigo, porque tengo fe y me dedico a ser feliz. Nada me ha sido regalado, pero me he permitido soñar en un mundo real y se hace difícil; los obstáculos son complicados.
Mi mano siempre estará al alcance de quien la quiera agarrar y me necesite.
He aprendido a mirar desde otros ángulos y el ser espectador de lo cotidiano me ha servido para ver las opciones que la vida nos puede dar. Hay muchas variantes y cada ser tiene una en particular. Miré más allá de lo que uno pueda ver y ese mundo de fantasía, lo tomé como propio y me fui acomodando y me gustó. Volví a ser niño y me permití jugar; tomé decisiones cuando había que ser adulto y he intentado no equivocarme. Todo lo que aprendí, trato de mostrarlo y así, veo reflejado las enseñanzas.
Seguiré insistiendo, porque sé que hay una misión en mi vida; porque hay una persona que me llenará y gratificará con amor.
Mi fuerza, esa que por momentos decae y el levantarme se me complica cada día, es la que seguiré poniendo para lograr la felicidad; en esta gran lucha que la vida nos enfrenta, daré lo mejor de mí.
Hay mucho por delante y sé que en ese camino cruzaré puertas que no debo pasar. Ojalá sea bendecido con la inteligencia para no fallar. Estaré dispuesto a ver nuevas maravillas que se me presenten. El perder no es una opción, sino el no haber dado todo y para no llegar a ese estado, debo ganar. Ganarle a la vida, porque ella misma nos premiará.
Sé que hay un rumbo ideal, que hay huellas que quiero dejar con todo mi corazón. Sé que mi mano podrá tocar y abrazar a quién pueda hacerle bien. El poder de uno sobre otro, hará milagros.
Y sé que una, entre esas personas, me agarrará la mano y juntos seguiremos el camino que Dios nos tenga destinado.
MARIANO SANTORO