sábado, 19 de febrero de 2011

En cada amanecer estás conmigo

Hay situaciones que nos pasan que creemos que son inexplicables, pero todo se puede decir, todo se puede contar, cuando de ambos lados hay una buena voluntad.
Una pareja son arquitectos de amor.
Ambos edifican un edificio hermoso y disfrutan de su crecimiento, de cómo lo van llenando y como va quedando.
Es probable que por momentos uno sienta que esa obra está parada, pero siempre se suma, aunque haya una discusión, un distanciamiento.
Todo es remontable, mientras se tenga fe.
Todo tiene solución, cuando uno tiene sentimientos puros.
Cada sentimiento que uno deja y comparte con la persona que nos hace sentir felices, la persona que nos descubre cada día y quiere ir por más.
Y esa persona sabe que estás incondicionalmente.
Nunca debemos pensar que algo terminó.
Cuando hubo un amor real, quedan sentimientos, quedan recuerdos y si se ha brindado el alma y se ha expuesto de tal manera que la naturalidad sorprendía con cada avance positivo que se daba; mejor, eso también ayuda.
En cada noche, cuando quiero verme por dentro, te encuentro ahí, inmóvil, quieta y mirándome.
Prestando atención a todo lo que digo o hago.
Eso es parte de mi memoria, es parte de mi ser.
Cada charla, cada pelea y cada reconciliación.
Eso es parte de la vida y del querer.
Miremos ese brillo que ambos hicimos que diera luz.
En cada amanecer, nace un nuevo día y muchas esperanzas.
En cada amanecer hay recuerdos y visiones de un mundo mejor, de una vida juntos, de compartir.
Hay una luz que siempre iluminará nuestro camino, aunque ya no lo caminemos juntos, pero de alguna manera, ambos vamos hacia el mismo lugar.
Estás, aunque no te vea, aunque no te sienta.
Sé que estás, porque estás acá conmigo.
Te veo en mi sonrisa.
Te imagino cuando me preguntan sobre mi vida y se ilumina mi rostro.
Cuando quiero verme feliz, estás ahí, porque me diste felicidad.
Extraño la tranquilidad, la serenidad, la paz, las palabras exactas y justas en el momento adecuado.
Extraño algunos caprichos, algunas cosas que me daban ganas de seguir hablando porque sabíamos que todo cambiaría de parecer.
Cuántas ganas y deseos de retroceder dichos.
Cuántas ganas de querer verte y compartir, proyectar, de volar.
Volar a esos lugares que el corazón se encargó de llevarnos.
Lo ficción, lo hacíamos real.
Lo real, nos alegraba.
La alegría, nos daba paz y nos dormíamos abrazados.
Cuánta tristeza se puede sentir ante la falta de un ser.
Cuando ese ser te hizo descubrir cosas adormecidas en vos.
Voy a cerrar los ojos y ver todo lo bueno que tengo por delante.
Es muy probable que logre visualizarte en mi mente y llenar mi espíritu sabiendo que estás ... siempre.
MARIANO SANTORO