Pensar viene de la mano de las ideas.
Cuando nos sentimos bien anímicamente, nos ponemos más creativos y fluyen ideas y proyectos que nos alimentan el espíritu y nos incentivan a ir por mucho más.
Pensar en demasía es lo que nos perjudica.
Todas las cosas que nuestro corazón quiere son filtradas por la mente y es probable que muchas de ellas, no se realicen.
La razón nos frena en la mayoría de las veces.
Nosotros mismos somos los que nos ponemos límites cuando queremos empezar algo nuevo.
Le buscamos todas las contras posibles y quizás en determinado momento nos arrepintamos de no haber hecho algo.
Las segundas oportunidades no son para todos.
Pensar es lo que nos fortalece.
Nos hace crecer a nivel humano ya que la inteligencia es infinita y todo lo que podamos darle a nuestro cerebro es productivo.
Pensar en lo que vamos a hacer en determinada fecha.
Pensar en nuestro amor y en darle lo mejor para que ambos seamos felices.
Pensar en superarnos; en tratar de no caer en lo que siempre nos mantuvimos al márgen, en lo que encasillamos como prejuicios y que por temor a algún estado emocional, cambiamos lo que acumulamos durante años.
Cuando pensamos los sentimientos reales y puros se separan de nuestro ser, es como que se alejan un poco y esa distancia nos puede hacer equivocar.
Lo ideal es darle un porcentaje justo.
El equilibrio en todos los aspectos de la vida, es sano.
Algo de razonamiento, algo de corazón, sumado a lo que siempre quisimos y tenemos como meta personal.
Mucha gente al llegar a fin de año o quizás estando próxima a festejar su cumpleaños, hace un balance.
Ese es uno de los secretos; ya que en el balance está la medida exacta para vernos y sentirnos bien.
En el equilibrio perfecto, no caemos.
No caemos en desgracia, en tentación, en posibles fracasos que surgieron ante la imposibilidad de haber ordenado nuestro orden natural.
Nuestro cuerpo tiene miles de virtudes y tiene un motor que nos permite vivir.
Ese motor, suele tener un jefe que lo manda, le ordena; pero está en nosotros saber qué hacer en el momento preciso.
Dejá de pensar tanto y ponete a disfrutar.
Tu motor se alegrará y tu mente podrá relajarse por el tiempo que quieras.
MARIANO SANTORO
Cuando nos sentimos bien anímicamente, nos ponemos más creativos y fluyen ideas y proyectos que nos alimentan el espíritu y nos incentivan a ir por mucho más.
Pensar en demasía es lo que nos perjudica.
Todas las cosas que nuestro corazón quiere son filtradas por la mente y es probable que muchas de ellas, no se realicen.
La razón nos frena en la mayoría de las veces.
Nosotros mismos somos los que nos ponemos límites cuando queremos empezar algo nuevo.
Le buscamos todas las contras posibles y quizás en determinado momento nos arrepintamos de no haber hecho algo.
Las segundas oportunidades no son para todos.
Pensar es lo que nos fortalece.
Nos hace crecer a nivel humano ya que la inteligencia es infinita y todo lo que podamos darle a nuestro cerebro es productivo.
Pensar en lo que vamos a hacer en determinada fecha.
Pensar en nuestro amor y en darle lo mejor para que ambos seamos felices.
Pensar en superarnos; en tratar de no caer en lo que siempre nos mantuvimos al márgen, en lo que encasillamos como prejuicios y que por temor a algún estado emocional, cambiamos lo que acumulamos durante años.
Cuando pensamos los sentimientos reales y puros se separan de nuestro ser, es como que se alejan un poco y esa distancia nos puede hacer equivocar.
Lo ideal es darle un porcentaje justo.
El equilibrio en todos los aspectos de la vida, es sano.
Algo de razonamiento, algo de corazón, sumado a lo que siempre quisimos y tenemos como meta personal.
Mucha gente al llegar a fin de año o quizás estando próxima a festejar su cumpleaños, hace un balance.
Ese es uno de los secretos; ya que en el balance está la medida exacta para vernos y sentirnos bien.
En el equilibrio perfecto, no caemos.
No caemos en desgracia, en tentación, en posibles fracasos que surgieron ante la imposibilidad de haber ordenado nuestro orden natural.
Nuestro cuerpo tiene miles de virtudes y tiene un motor que nos permite vivir.
Ese motor, suele tener un jefe que lo manda, le ordena; pero está en nosotros saber qué hacer en el momento preciso.
Dejá de pensar tanto y ponete a disfrutar.
Tu motor se alegrará y tu mente podrá relajarse por el tiempo que quieras.
MARIANO SANTORO