Un día te dejaste llevar por los impulsos y el camino fue el equivocado.
Creíste que esta vez sí te saldría bien lo que tenías en mente.
El no pensar, te hizo perder.
Hoy ya no sabés cómo retomar el rumbo.
En tu cuerpo, vas sintiendo cosas muy feas que querés sacarlas, pero ya son parte de tu piel.
Al igual que una planta o un árbol seco, ya no das frutos y las ramas están desquebrajadas, casi sin fuerzas.
La angustia de parecer quien querés ser y el esfuerzo te empuja cada vez más abajo.
No es una tarea fácil volver a encontrarte, porque ya no solo perdiste el camino que seguías, sino que estás en un laberinto personal.
Un espiral de emociones que van directo a las entrañas y el dolor, ya no se puede aguantar.
Y no se trata de pedir perdón cuando la culpa es parte del vestuario rutinario.
No se puede olvidar cuando los hechos se acumularon y se transformaron en cantidad.
La calidad de esos hechos, nunca existió.
La tristeza te destroza.
La ambición ha hecho mal y no existe blanqueador de almas cuando los pecados han sido muchos.
Porque el único salvador es Dios y él ve nuestras obras y como accionamos en cada día de nuestra vida.
La profundidad de lo ocurrido se mezcla con los dolores profundos.
Todas las preguntas posibles se aparecen y confunden la visión.
Ya casi no hay perspectiva a la vista, ya no se ve un horizonte.
Y comenzó la involución.
Todo lo expresado pasa y puede pasarle a cualquiera que se deje estar, que sienta que en la envidia encontrará la verdad; que en los celos, descubrirá que alguien se juegue por esa persona.
No somos fichas o números de azar para jugar a ver quién gana.
Las buenas personas somos mucho más que algo que se pueda expresar con calificaciones positivas.
La esencia y todo lo que nos permite acostarnos sin malestares, sin temores o culpas, es lo que nos da la fuerza para que en el siguiente despertar, nuestra luz nos siga iluminando el bello camino que estamos caminando.
Creer y vivir de la forma correcta, nos hace ser correctos.
Compartir, porque si competimos, nos creemos dueños de algo que solo se puede alquilar y es una fama pasajera.
Al ser verdaderos dueños de nuestra vida y de querer edificar un ser maravilloso, se logra con pasos tranquilos, con pensamientos positivos, con la habilidad de poder hacer realidad esos sueños que nos acompañaron en nuestro crecimiento.
Y crecer no es tener más edad, ya que una cifra no es lo que somos.
Esa confusión solo vive en la gente oscura.
Los que se sienten en la comodidad de hacer daño, ya que en plena luz, la verdad se hace extremadamente visible.
Y esa tristeza te sigue destrozando.
Siempre debemos preguntarnos si lo que vamos a hacer está bien; no escuchemos al impulso, al arrebato de las emociones.
Las respuestas viven y siempre estuvieron en nuestro corazón.
Lo mejor que alguien quiera buscar en el exterior, es el peor tiempo que pueda perder.
Y el tiempo de cada persona, es muy valioso.
Porque en la solidaridad real, se valora cada segundo de ese tiempo.
Y la recompensa, siempre será para sumar.
MARIANO SANTORO
Creíste que esta vez sí te saldría bien lo que tenías en mente.
El no pensar, te hizo perder.
Hoy ya no sabés cómo retomar el rumbo.
En tu cuerpo, vas sintiendo cosas muy feas que querés sacarlas, pero ya son parte de tu piel.
Al igual que una planta o un árbol seco, ya no das frutos y las ramas están desquebrajadas, casi sin fuerzas.
La angustia de parecer quien querés ser y el esfuerzo te empuja cada vez más abajo.
No es una tarea fácil volver a encontrarte, porque ya no solo perdiste el camino que seguías, sino que estás en un laberinto personal.
Un espiral de emociones que van directo a las entrañas y el dolor, ya no se puede aguantar.
Y no se trata de pedir perdón cuando la culpa es parte del vestuario rutinario.
No se puede olvidar cuando los hechos se acumularon y se transformaron en cantidad.
La calidad de esos hechos, nunca existió.
La tristeza te destroza.
La ambición ha hecho mal y no existe blanqueador de almas cuando los pecados han sido muchos.
Porque el único salvador es Dios y él ve nuestras obras y como accionamos en cada día de nuestra vida.
La profundidad de lo ocurrido se mezcla con los dolores profundos.
Todas las preguntas posibles se aparecen y confunden la visión.
Ya casi no hay perspectiva a la vista, ya no se ve un horizonte.
Y comenzó la involución.
Todo lo expresado pasa y puede pasarle a cualquiera que se deje estar, que sienta que en la envidia encontrará la verdad; que en los celos, descubrirá que alguien se juegue por esa persona.
No somos fichas o números de azar para jugar a ver quién gana.
Las buenas personas somos mucho más que algo que se pueda expresar con calificaciones positivas.
La esencia y todo lo que nos permite acostarnos sin malestares, sin temores o culpas, es lo que nos da la fuerza para que en el siguiente despertar, nuestra luz nos siga iluminando el bello camino que estamos caminando.
Creer y vivir de la forma correcta, nos hace ser correctos.
Compartir, porque si competimos, nos creemos dueños de algo que solo se puede alquilar y es una fama pasajera.
Al ser verdaderos dueños de nuestra vida y de querer edificar un ser maravilloso, se logra con pasos tranquilos, con pensamientos positivos, con la habilidad de poder hacer realidad esos sueños que nos acompañaron en nuestro crecimiento.
Y crecer no es tener más edad, ya que una cifra no es lo que somos.
Esa confusión solo vive en la gente oscura.
Los que se sienten en la comodidad de hacer daño, ya que en plena luz, la verdad se hace extremadamente visible.
Y esa tristeza te sigue destrozando.
Siempre debemos preguntarnos si lo que vamos a hacer está bien; no escuchemos al impulso, al arrebato de las emociones.
Las respuestas viven y siempre estuvieron en nuestro corazón.
Lo mejor que alguien quiera buscar en el exterior, es el peor tiempo que pueda perder.
Y el tiempo de cada persona, es muy valioso.
Porque en la solidaridad real, se valora cada segundo de ese tiempo.
Y la recompensa, siempre será para sumar.
MARIANO SANTORO