miércoles, 19 de febrero de 2014

El tiempo de Dios

Han sido muchas las veces en las que quisimos ganarle a la ansiedad y quisimos que las cosas sucedieran ayer.
Nos hemos dado cuenta que veníamos haciendo las cosas correctas y de la mejor manera para nuestro bienestar y las dudas se hacían presente, ya que no recibíamos lo que anhelábamos.
Creímos que ya eran suficientes las pruebas y no llegaba nunca el ascenso tan preciado.
El cuerpo ya manifestaba dolencias significativas y la situación no era la querida.
La cabeza, se encargaba de fabricar una gran cantidad de preguntas que nos hacían parecen que las soluciones, no se harían presente jamás.
Aparecían palabras que las queríamos bien lejos de nosotros y otra vez, nos sentíamos desvanecer, porque no se cumplían nuestros sueños.
Y en ningún momento, dejamos toda esa confusión para comprobar que el tiempo de Dios, es diferente al humano.

La verdadera voluntad viene de nuestro padre celestial; no de nuestra ansiedad.
El paraíso no es lo que deseamos, sino que ya es parte de nosotros, como la felicidad, que no está en ningún lugar físico, sino que es interno, como el gran viaje para el autoconocimiento.
La sabiduría no se obtiene con caprichos, sino que dejar obrar a Dios y que él decida cuándo es el tiempo correcto.
Y todo lo que realizamos y no se cumple, es porque aún no es la hora y que algo mejor está reservado para nosotros.
No es como creer que por tener hambre y meternos a comer en cualquier lugar, saciaremos el hambre; porque el apetito real, es el alimento del alma y la manera en que la vamos llenando.
Los vacíos emocionales nos apartan de muchas cosas.
El mirar hacia el pasado y no ver lo que tanto queríamos, no cambiará por sí solo; sino que la modificación tiene que ser definitiva, no en partes o cuotas.
Y ese mismo pasado no tiene ninguna culpa y nosotros tampoco; porque todo lo que se vivió, fue para aprender y aunque creamos que las materias han sido demasiadas, en algún momento de nuestra
vida nos servirán, porque todo queda grabado en nuestra mente y una gran tarea, es ir categorizando lo que creemos valioso y que nos pueda permitir seguir creciendo espiritualmente y desde nuestra humanidad, entender que el tiempo de Dios, es lo único importante.
No es sano revolver lo que se ha vivido y dejó malos recuerdos; el camino que está por delante, tiene muchísimas puertas con nuevas oportunidades y si somos pacientes y esperamos el tiempo de Dios, nos llegará el premio merecido.
El tiempo de Dios es todo lo contrario a los nervios que nos provocamos por querer que todo salga cuando nosotros queremos.

Hay un plan maestro y no somos los creadores y es bueno tenerlo en claro.
Cuando el corazón siente alegría y el alma se llena de satisfacción y toda una energía limpiadora y sanadora nos invade y contagia, es cuando el tiempo de Dios ha llegado.

MARIANO SANTORO