sábado, 27 de septiembre de 2014

Sol

Para sentirnos orgullosos de tener una vida saludable, debemos sentirnos sólidos y fortalecidos interiormente.
No dejar la solemnidad de los valores y mantener una constante alegría.
Manejarnos con soltura ante las adversidades.
Sollozar sólo en los momentos que necesitemos descargar.
Animarnos a cantar las canciones que nos dicta el corazón y que las vivimos con el alma; siendo solistas ante toda la humanidad, porque no hay ningún límite para soñar lo que deseamos ser.
Recorrer las calles por las que crecimos y solitariamente, encontrarnos en lugares y situaciones ya vividas.

Solidificar sentimientos que hoy sirven de aprendizaje para quienes nos acompañan en el camino.
Porque hemos sido soldados de nuestras propias batallas que supimos afrontar.
Y sabemos que hubo heridas y el tiempo se encargó de soldar, de cerrarlas de la mejor manera para dejar de sufrir y padecer.
Darnos la gran oportunidad a modo de hábito cotidiano de ver los días soleados, porque no sólo es cuestión de clima externo, sino el que más nos importa y es el interno.
Tomar conciencia de vernos en nuestra totalidad y soltar todo lo que se convirtió en exceso de peso y no imprescindible.

Hay un hermoso camino por delante y podemos ir junto a nuestra soledad, pero no darle el poder de dominarnos, sino que podemos amigarnos y de esa manera, redescubrirnos y aumentar el autoestima.
Ser soltero es ser libre, de la no dependencia de otros para tomar decisiones.
Ser solventes en nuestra convicción.
Mirar más allá de lo que somos y ver que somos individuos sociales y la solidaridad es clave para satisfacer lo que somos interiormente.
Salir a caminar y pedir solicitudes de todo lo que creemos que puede sumar, para seguir avanzando en nuestros ideales.

Y de a poco ir dejando las preguntas porque a través de la paciencia, todo tiene solución.
Y ojalá que todo lo que hagamos, sea con música y en clave de sol, porque es el mismo que ilumina cada nota, cada acción que realizamos.
Hay un enorme sol que vive en nosotros y mientras dejemos que nuestra esencia brille, podremos ser faros para todo el exterior.

Ese sol, es el que tiene momentos de oscuridad que sirven para valorar la divinidad de la luz.
La sabiduría del sol que ama incondicionalmente a la luna y se cruzan cuando el destino se une a ellos y todo junto, forman la inmensidad del amor.
El mismo amor que es sol y nunca está solo.

MARIANO SANTORO