jueves, 17 de septiembre de 2015

Escuela

La mayor escuela es la vida, donde lo único importante es ser constante.
La perseverancia y las ganas de seguir aprendiendo.
La fe de que cada examen y prueba, la sabremos aprobar.
Y que cada día tiene sus propios lenguajes e idiomas, sus propias metas y limitaciones que son pasajeras.
Que cada parte es a la vez parte de un todo y que todo tiene un motivo especial.
La gran tarea del maestro es dar a conocer lo que sabe sumando códigos especiales y alegrándonos cada día.
Cuando no se toma distancia de los diferentes roles, nos acercamos más al otro.
Todos tenemos algo que enseñar porque hemos vivido.
Todos tenemos algo que aprender, porque la sorpresa siempre está dispuesta a ofrecernos cosas.
La valentía de querer progresar y mirar hacia adelante a eso que llamamos destino.
El coraje de animarse y continuar, porque el horizonte está y cada vez, se abrirá para lo que seamos capaces de soñar y querer hacerlo realidad
Cada libro tiene su propia historia y nosotros, con cada cuaderno en blanco, somos capaces de escribir la nuestra.
Versionar a nuestro modo las vivencias ajenas para que nos sean de ayuda en algún momento.
Los obstáculos son parte de la misma enseñanza, porque en un camino liso y plano, el aburrimiento se haría presente.
Y bienvenidos los lápices de colores para darle un bello sentido a la vida que elegimos.
Y bienvenida esa goma de borrar, para sacar de nuestra mente los recuerdos que ya no suman, porque queremos multiplicar el aprendizaje y crecer.
Y gracias al despertador, que nos marca una rutina saludable por nuestro bienestar, que son la regla básica del progreso.
Y todo este conjunto, nos hacen pertenecer y saber mirar a nuestro lado y comprobar que hay alguien, que no somos ni estamos solos.
Porque el compañerismo y saber que podemos confiar en quien está a nuestro lado, también son parte de esta escuela.
MARIANO SANTORO