En muchos de mis sueños has sido la protagonista absoluta.
Lo que se vivió en la realidad, duró lo necesario para aprender mucho de mí mismo.
Me vi reflejado en una mujer llena de sentimientos, pero con mucho dolor vivido.
Eso me confirmó que mi manera de dar amor iba por el camino correcto, aunque siempre hay algo por mejorar.
La magia se hizo presente y una carta fue jugada.
Y las relaciones no se hacen al azar, sino que se trabaja desde ambos lados.
Comencé a admirarte desde el instante que me prestaste atención.
Te interesaste en mi salud y me sanaste de amores lejanos y abriste puertas de esperanzas.
Un mar lleno de proyectos que no llegaron a buen puerto.
Un cielo que por momentos se nublaba y las pocas estrellas, alcanzaron a iluminar tu nombre.
Un signo que nos une y aún sin saber qué es lo que nos separa.
Una maqueta como modelo de lo que se podría haber experimentado y un cuerpo que dejaba salir lágrimas que ahogaban silencios.
Las dudas de la incertidumbre quisieron invadirme y fue el momento para valorarme mucho más.
Lo que se hace con amor, tendría que tener una validez especial, pero no todas las personas lo pueden ver.
Y un día, opté por admirarte, porque elegí quedarme con lo mejor.
Buena calidad ante la poca cantidad de tiempo compartido.
Amor intensivo que no terminó en terapia, sino que sirvió para sanar el alma.
La misma que hoy te recuerda y te tiene en el mismo lugar.
Porque lo que mi corazón pudo decirte, es el mismo lenguaje que extraña, siente y también, sabe callar.
MARIANO SANTORO