Cada uno tiene una misión.
Aunque nos sintamos rodeados de barreras emocionales, todo puede mejorar.
Cárceles de momentos erróneos que nos impedían avanzar.
Al liberarnos de lo negativo, no escapamos de la realidad, sino que le encontramos sentido a lo que vivimos.
Modificamos los pensamientos y exteriorizamos directamente desde el núcleo.
Y nuestro cuerpo puede sentir cansancio, porque la mente fue su compañera frenando cada paso.
No es necesario correr, porque nuestra meta seguirá estando ahí.
Somos los únicos dueños del ser que nos conducirá a nuestro destino.
Y la vida, se trata de aprobar cada materia, cada obstáculo que se presente.
Y cuando nos permitimos ser desde lo más profundo de nuestro interior, las situaciones fluyen saludablemente.
Y es cuando la sorpresa se hace presente, la que nos llama para avisarnos que una hermosa vida nos espera.
Y si mantenemos una buena relación con lo que fuimos, crecemos.
Con ese niño interno que nos guía, con el adolescente que aprendió a querer a otra persona y con el adulto que hoy necesita quererse a sí mismo.
Aumentar la autoestima, vestirnos de gala para encontrarnos con nosotros y admirarnos.
Vernos a través de la visión sanadora de la vida.
La motivación de saber que podemos renacer cuando queramos y dejar atrás lo que sea y quedarnos con la experiencia.
Nuestra carrera al vivir, tiene que ser alimentándonos con todo lo positivo que podamos acumular.
Y cuando descubrimos que podemos hacerlo, nos desnudamos a la divinidad y potenciamos la fe.
No hay misiones imposibles, sólo existen oportunidades en las que sabemos el momento para aprovecharlas.
MARIANO SANTORO