La noche es la compañía que hoy comparte historias conmigo.
Hablamos como viejos amigos y compinches en el idioma sentimental.
Los recuerdos se intercalan con risas y algunos dejos de momentos que quisieron ser eternos y sólo pertenecen en la memoria.
La tonalidad nocturna se mezcla con la luz tenue del ambiente y todo, está musicalizado con el corazón.
Las preguntas aparecen y quedan en el aire, pendientes de respuestas que el presente ya no necesita develar.
La vida tiene situaciones en que si no sale lo que uno desea, es por algo especial.
Oír esas voces internas, es lo que nos permite crecer.
La circunferencia se torna plateada y no siempre, todo se tiene que cerrar.
Las vueltas de la vida, nos ayudan a encontrarnos con nosotros mismos.
La luna perlada es un instante magnífico en el que ese brillo, nos llena y alimenta.
Los mensajes a descifrar son parte del juego del destino.
Risas flotan en el ambiente y se confunden con la mirada del futuro que está esperando en la puerta.
La entrada está semiabierta, porque el corazón ya está listo.
La acción de amar, es una fantástica experiencia en donde multiplicamos lo que sentimos y con el sueño de poder recibir tan sólo una parte, porque la humildad está siempre a mano.
Y como manos del azar, a la espera no se le hace tarde, porque no hay un tiempo exacto para querer, sino que simplemente sucede.
Las ganas de jugar tienen verdades que salen desde el interior.
Cuando se ama, no se juega, pero sí que es casi un deporte en donde la creatividad juega un papel muy importante.
La luna perlada me observa, sabe escuchar mis susurros y tan sólo me guiña diciéndome que todo tiene un tiempo y que todo lo que hoy no es, puede transformarse.
Lo mejor que podemos hacer, es silenciarnos y envolvernos en el amor divino, porque él sabe que lo que realmente necesitemos, llegará a su debido tiempo.
MARIANO SANTORO