Tantas veces te he observado sin que te dieras cuenta.
Vi tu caminar, tus pasos simples, pero directos.
Vi tu manera de accionar, de hacer lo que te gusta.
Te he visto en alguna situación no agradable y quise acercarme.
No es fácil llegar a vos; el dolor ha sabido dejar huellas que aún no cerraron.
Dentro de tu reinado, has hecho mucho en lo profesional y lo personal siempre quedaba a un lado.
Como archivos apilados por ocupaciones externas.
Y sé que has soñado con ser como un libro abierto, en el que las historias fantásticas son las que te permitía soñar que eras la protagonista.
Y la vida no es una novela, pero sí, que nos toca vivir diferentes capítulos; algunos, con mayor intensidad.
Hace mucho tiempo, logré ver tu bella sonrisa, la que contagiaba, la que uno podía admirar y de a poco, fue perdiendo tonalidad.
Los colores se fueron apagando, casi como tus ilusiones.
Y creíste que cerrarte, era la solución a los problemas que vos misma creabas.
Hoy ya creciste y aprendiste a mirar la vida desde otro lugar.
Tu voz interior había comenzado a susurrarte secretos y detalles de cómo transitar la vida.
Y tus caprichos siempre han sido bastante poderosos como para obedecer voces, aunque las mismas fueran internas.
Y no sólo has perdido oportunidades, sino que también te has perdido del camino que alguna vez elegiste como destino.
Desde el más profundo vacío, siempre ha querido salir la más poderosa luz que te dejaría renacer.
Y un mar de lágrimas te llenaron de humildad y pudiste arrancar la venda que no te dejaba ver.
Y hoy, yo soy fiel testigo que lo más importante, es el amor en vos.
MARIANO SANTORO